Tras las elecciones de enero de 2015, la coalición ganadora, Syriza, y su líder, Alexis Tsipras junto con su mediático ministro de economía, Varoufakis, plantearon a la Comisión Europea la necesidad de un acuerdo completamente distinto para la economía griega respecto del que se había llevado hasta la fecha. El duro ajuste que se había exigido a los griegos para seguir recibiendo financiación había pasado factura en términos de bienestar con una disminución del PIB en un 26% respecto del alcanzado en 2008. El profundo descontento y malestar de la población con los esfuerzos exigidos había hecho ganar las elecciones a un partido que prometía un cambio radical de políticas, una renegociación completa de la deuda (con una quita importante), y la urgente necesidad de fondos adicionales para la recuperación de la economía griega, bajo la amenaza de que, en caso contrario, se produciría la salida de Grecia de la Unión Monetaria Europea (del euro), lo que podría acabar con el mismo euro y el proyecto europeo de unificación. Así y aunque a finales de 2014 la economía griega tenía tasas de crecimiento del PIB positivas por primera vez desde el 2007 (un modesto 0'7%), se inició un duro semestre de negociación de los dirigentes griegos con la Troika (la Comisión Europea el BCE y el FMI), que acabaron con un referéndum en junio a la población griega en donde se les pedía su opinión acerca de aceptar o no las propuestas últimas del resto de los países del euro. La respuesta fue absolutamente mayoritaria a favor de rechazar esa propuesta y hacer lo que se había amenazado con hacer si no se atendían sus peticiones. Es cierto que paradójicamente una parte mayoritaria de la población griega deseaba seguir en el euro.

Cabe recordar aquí el famoso soneto atribuido a Quevedo:

Un valentón de espátula y gregüesco,

que a la muerte mil vidas sacrifica,

cansado del oficio de la pica,

mas no del ejercicio picaresco,

retorciendo el mostacho soldadesco,

por ver que ya su bolsa le repica,

a un corrillo llegó de gente rica,

y en el nombre de Dios pidió refresco,

«Den voacedes por Dios, a mi pobreza,

-les dice-, donde no, por ocho santos,

que haré lo que hacer suelo sin tardanza»,

Mas uno, que a sacar la espada empieza,

«¿Con quién habla? - le dice al tiracantos-,

¡Cuerpo de Dios con el y su crianza!,

Si limosna no alcanza,

¿Que es lo que suele hacer en tal querella?»,

Respondió el bravonel: « ¡Pues irme sin ella!».

El resultado ya lo sabemos. El agresivo y locuaz ministro de economía, el señor Varoufakis dejó el gobierno, y el nuevo ministro acabó aceptando la propuesta de la Comisión. Se convocaron nuevas elecciones que volvió a ganar el señor Tsipras en septiembre de 2015, tras la firma del tercer rescate a Grecia. La economía griega perdió un completo semestre en términos del PIB (con un crecimiento negativo por causa de la inestabilidad política e incertidumbre generada) y acabó aceptando todas las condiciones que meses antes se le habían planteado.

Algunos puntos de la demanda que Grecia hacía a la Comisión eran perfectamente razonables (la necesidad de modificar las absurdas medidas de austeridad que los alemanes exigían), pero tanto las formas como el no haber intentado convencer previamente a otros países para formar un bloque frente a los países del centro y norte de Europa, llevaron a los negociadores griegos a un callejón sin salida y a la población que había votado contra dichas medidas a una situación humillante.

Ya se han publicado en España, por el INE, los datos de la EPA del cuarto trimestre de 2015 y de la evolución del PIB el año pasado. Han sido buenos datos, cayendo la tasa de desempleo al 20´09% (siendo la actual del 21'3%, y la que teníamos un año antes del 24´3%), y aumentando el PIB en el año un 3´2% (un 3´4% en el último trimestre del año). Pero en España estamos ante la posibilidad de repetir la experiencia griega en este semestre. Un valentón anuncia que si no le dan lo que él tanto se merece (ser vicepresidente) hará esto y lo otro y lo de mas allá. La verdad es que no tiene fuerza para negociar o exigir nada si los demás le ignoran. Cualquier acuerdo entre los partidos constitucionalistas o de centro si se prefiere es una solución mucho mas razonable de cara a consolidar la, espero que ya innegable, recuperación en la que se encuentra la economía española, y hacer frente a las amenazas que los partidos ultra nacionalistas están poniendo sobre la mesa día si y día también contra la soberanía del pueblo español. Además los riesgos internacionales no auguran un período tranquilo en estos próximos meses, por lo que sin duda a España le conviene repetir la experiencia alemana del «Gran Gobierno». Que eso requiera que algunos egos inflamados o figuras con mas pasado que futuro, se moderen o dejen paso, es un pequeño coste por mantener la fase expansiva del ciclo, y reducir, mediante mas y mejor empleo, la desigualdad, dando una oportunidad a las nuevas generaciones que deben incorporarse urgentemente al mercado de trabajo.