Nuestro mercado de trabajo es una gran montaña rusa que funciona fatal. En 2008 la tasa de paro era del 8% y en sólo cuatro años se multiplicó casi por 3 pasando al 21.5%, llegando en 2013 al 26%. Este cambio brutal de tasas de paro en tan poco tiempo, nunca se ha producido en ninguno de los países que forman parte de la UE. Se explica porque, en España, hasta antes de la reforma laboral, éramos líderes absolutos mundiales en temporalidad. Con la reforma laboral, se han aumentado el número de contratos indefinidos, hemos mejorado. Pero las cosas siguen estando muy mal.

Según Eurostat, en 2015 el 70% de los jóvenes que no está en paro, tiene un contrato temporal. Para entendernos, un contrato basura. Un contrato que hace que el empresario no invierta en ese trabajador en formación, porque su contrato laboral tiene una fecha de caducidad próxima. Resultado: tenemos una fuerza laboral joven muy mal formada, carne de cañón para futuras crisis. Pero junto a esta fuerza laboral no-formada, existen una gran cantidad de jóvenes que sí están formados de forma teórica, pero sin experiencia práctica en el mundo laboral. Que incluso hablan inglés, y que siguen sin poder formarse en contratos laborales muy cortos, donde no se les paga bien, ni se les promueve, ni se invierte en ellos para formarles y darles una progresión laboral. Gente con Master, teóricamente formados, pero sin experiencia real laboral a nivel de calle, que no pueden acceder al mercado laboral de sus padres. Y mientras, ven como se les pasan los años y se quedan fuera, la generación mayor sestea, sabiendo que a la empresa le cuesta mucho despedirles, esperando a que los prejubilen con el 80% del sueldo. Nos encontramos ante una fractura social-generacional, que está tan harta que corre el riesgo de reventar el sistema.

Toda esta masa social joven, ha estallado en el 15M, y es la que ha votado a Podemos. Y en parte a Ciudadanos. Es la nueva clase social del precariado. Porque la mayoría del voto PP y PSOE es de la gente con más edad. La población de entre 25-40 años que vive en ciudades de tamaño grande o medio, hartos de corrupción que se reparte la generación anterior, de exclusión a un mundo laboral amurallado, de contratos basura, han votado a Podemos. El problema es que Podemos les promete esa España francosocialista feliz del pasado, tal como bautizó hace poco el cantante Alejandro Sanz en el programa de Bertín Osborne a aquella España de los 70-90, donde todo el mundo tenía su casa, su Seat, un contrato estable o un enchufe en el Estado. Hasta que llegó el paro masivo, los desahucios y eclosionó la corrupción. Aquello no va a volver. El euro nos deja competir/sobrevivir sólo como economía de servicios turísticos, de sueldos medio-bajos. Para dar trabajo a más gente, dicen los expertos, sólo hay una solución: reformar bien el carajal de ley laboral que tenemos, hacer un contrato único que aumente los derechos de antigüedad con los años trabajados de forma gradual, llevando el trabajador una «mochila» de derechos de antigüedad que se lleva al nuevo trabajo, cuyo coste paga fundamentalmente el Estado. Y dejar respirar a los emprendedores, no crear más burocracia. A eso se le llama flexiseguridad. No es perfecto, pero es mejor que la Venezuela de Podemos. Lo demás es mentir, y arrastrarnos al desastre.