Por supuesto nada nos unía, ni entonces se podía presumir la carrera política que alcanzó. Me remonto a la lejana década de los 80. Yo era presidente del Novelda CF y él del C.D. Olimpic de Xátiva. Aún no había escalado la alcaldía de Xátiva, pero su ambición lo presumía. Lo que recuerdo perfectamente es que nacimos los dos en el 50. Alcanzábamos pues los treinta y tantos años. Era igual de simplón, chulo y prepotente que ahora. No conocía la prudencia ni la modestia. En la Murta, el campo de fútbol de la capital de la Costera, sufrimos los atracos arbitrales más grandes y escandalosos en mis ocho años de presidente. Viendo lo que veo ahora, no me hubiera extrañado que Rus metiera sus sucias manos.

Nunca me cayó bien. Sus aires de grandeza, su rechoncha pequeñez, su trasnochado y caduco valencianismo, chocaba de frente conmigo. Nunca congeniamos. Sé que entonces tenía algo parecido a una fábrica de lámparas, pero debió dejarlo tras la luz que le regaló el PP. Con su chabacanería valenciana del «bunker barraqueta», escaló puestos dónde tenía un cobijo asegurado.

Muchos años antes de que lo trincaran, cuando sólo era alcalde de Xátiva, Alfonso Rus ya había analizado a la perfección la psicología del votante acérrimo del PP:

-Dije que traería la playa a Xátiva y se lo creyeron. Si yo mando, traeré la playa. Y van se lo creen. ¡Serán burros! ¡Si hasta me votaron!

Paticorto y prepotente, penúltimo meteorito del landismo, Rus hizo su carrera política a fuerza de chistes y baladronadas, caminando como un chulo de playa sin playa, de ésos que llevan el paquete de tabaco apalancado en la tirilla del bañador, hasta que llegó a la cúspide del PP valenciano. No podía subir más alto, así que decidió darse el panzazo ahí mismo. Amigo íntimo de Camps, Rus escondía su Ferrari en tiempo de elecciones para que los vecinos siguieran votándolo y aseguraba que era chulo precisamente porque era bajito. «Si no, ya me contarás» decía. Un día se hizo pública una grabación donde se le oía contando fajos de billetes a cuatro manos en el interior de un coche.

Después de aquella grabación mítica ha reaparecido Marcos Benavent, hombre de confianza de Rus y exgerente de la empresa pública Imelsa, el epicentro desde el que gira la gigantesca macrorredada que se llevó por delante a 24 detenidos, entre ellos varios altos cargos del PP valenciano. Benavent, que está colaborando con la justicia a ver si hay suerte y le rebajan la pena, ha salido de su exilio como si regresara de un monasterio tibetano. De hecho, en un largo periplo donde visitó Ecuador y Japón, intentó recalar en la India, pero le denegaron el visado, quizá por si se encontraba con Arístegui, el exembajador presuntamente comisionista. Entre el chaleco sesentero, la barba blanca y mística, y la bisutería de mercadillo, Benavent parecía volver no de la India sino de una asamblea del 15-M. Algunos de los presentes sospechaban que se le había ido la mano con el arrepentimiento, que parecía un arrepentido del método. En cualquier caso, Benavent lanzó ante los periodistas el discurso de un santón hippie que abomina de las riquezas y señala el camino de la iluminación. «Yo antes era un yonqui del dinero» dijo, recordando su anterior adicción a la gomina, cuando le faltaban dedos para contar billetes.

Por aquellos momentos Benavent iba muy arregladito al estilo pijo que le va a Celia Villalobos. ¿Qué habrá pensado ahora del entonces repeinado Benavent? No había suficiente gomina para él, la adquiría por kilos, con camisa bien planchada con un traje más propio del armario de Camps, limpio, aseado y resplandeciente como correspondía a su cargo.

Entre el maremoto de porquería que empieza a filtrarse en la llamada Operación Taula, destacan los mil millones de euros de sobrecoste en la construcción de centros escolares. Al igual que en Madrid, donde el equipo puesto a dedo por Esperanza Aguirre cobraba una comisión millonaria por cada colegio abierto, en Valencia la educación es lo primero, aunque fuera en barracones. Y encima del montón de mierda, intocable como un buda o una Virgen de las Angustias posmoderna, Rita Barberá flota.

Hace poco escuché al flamante alcalde de Valencia, el señor Ribó que, aparte de estupideces como las Reinas Magas, está haciendo una brillante gestión, que el PP se ha financiado ilegalmente en toda España. Que es como un terremoto con epicentro en Valencia y réplicas en Madrid. Por lo que el buen hombre deduce que las pasadas elecciones han sido una estafa a la ciudadanía. ¿Éste es el partido que quiere Felipe que el PSOE apoye? ¿Ese que en nuestra Comunidad lo han disuelto por considerarlo una organización criminal?

Y esto es lo que hay. O el miedo inducido de esta derecha inmoral y de las antiguallas socialistas o un pacto de toda la izquierda con Ciudadanos de vigía.