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De Toros

El tenso estado de esta situación

Y no hay que ser un lince para percatase de esa «broma» nacional que se nos ofrece mal que nos pese. Y no ya lo del toro y sus enemigos declarados, de los de sin cuartel, carcomidas sus mentes por virus de ignominias y corazones embrutecidos por sembraduras de odio y rencor. Que no, que no se trata, todo lo contrario, de negar el pleno derecho a discrepar y oponerse a esa actividad que todavía, y lo que habrá de durar, caracteriza notables particularidades del ser de muchas gentes de la hispana patria. Sí, Patria, con mayúsculas, ¿pasa algo?, aunque tal honda creencia lleve aparejado el «revolucionario» desprecio y descalificación de cierta tropa de armas tomar y, de momento, no utilizar. En tanto que la intolerancia ante el «otro», su demonización, la señalización de golfas corruptelas, siempre las del otro, qué asco, nunca las propias, elevan al grado de enemigos a quienes, entre sí, deberían asumir la noble categoría de rivales en pos, he ahí la nobleza de la dedicación a la actividad en la cosa pública, del mejor gobierno y bienestar de los bien gobernados. Ese tenso estado...

La Fiesta, bien se aprecia, resiste el inmisericorde acoso de esas fuerzas, de ejemplar organización, generosamente financiadas, que abundan en labores de borrar del mapa la emocionante realidad del toreo. La sultana Córdoba, la imperial Madrid, a título de significativos ejemplos, arañan apenas unos miles de euros de unas modestas subvenciones con fines benéficos, caso cordobés, didáctico en el madrileño. Para aviso de navegantes «desbrujulados», la Junta de Andalucía se apresura a proclamar su decidida defensa de la Tauromaquia, con lo que deja en entredicho a la alcaldía cordobesa, del mismo signo político. Y es que lo mismo se compra una plaza de toros, se fundan escuela y museo, con dedicación al toreo, caso de Alicante, que se retiran míseras subvenciones y se amenaza con acabar con la fiesta en cuanto se ponga a tiro. Ese tenso estado...

Así y todo, esa tensa situación no ha de impedir que la actividad del toreo se detenga. Ni aunque el escándalo farisaico se rasgue hipócritas vestiduras ante la familiar fotografía de «Paquirri» II, con su retoño menor en brazos, muleteando un becerrete. No.

Así, Valencia ultima muy a pesar de la alcaldía y sus apoyos «antis» de cuanto signifique España. Hay que ver cómo les duele esa rica historia de lo que fuera el mayor Imperio que vieron los siglos y sus circunstancias de creencias, culturas y tradiciones. Es la fiesta de la casta, esta sí, pero la de la brava, la que da emoción al toreo. A pesar del tenso estado de la cuestión. Alicante. Enero

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