No hay Dios que le convenza. Ni aunque Dios lo diga pacta Pedro Sánchez con el PP. Por mucho que Dios se meta en cosas de los hombres no va a conseguir ni la abstención. Dios era el apelativo con el que el desaparecido Txiki Benegas se refería a Felipe González para describir el estilo mayestático con el que imperaba en su época. No sé si son respuestas divinas, pero algo de oráculo si tienen, porque admiten una interpretación y la contraria o ambas a la vez.

Hay sin embargo en la entrevista que ayer publicó El País con Felipe González algunas cosas claras: ni PP, ni PSOE han sido capaces de asumir el resultado como lo que es: una derrota. Y en el caso del PP además «está siendo rechazado por todos los demás partidos». En eso coincide con el análisis de Alfonso Guerra el pasado día 22 en Tiempo. La diferencia, añade este, «es que los resultados han colocado a un partido, el PSOE, en una posición contradictoria -matizaba- es la clave para cualquier combinación, todas las posibilidades dependen de la posición que adopte y, al mismo tiempo, le sitúan en una posición incómoda porque su decisión debe contar con la aprobación de sus electores, y militantes, si quiere pensar en el futuro de la organización».

Una opción es un gobierno de concentración PP, PSOE, Ciudadanos, el que le gustaría al mundo de la economía y las empresas resultaría «muy difícil- si no imposible- la aceptación de la militancia y el electorado socialista», escribe Guerra. González es aún mas contundente no es partidario «de ninguna manera», esa propuesta nace del fracaso de la «estrategia que algunos llaman el Gobierno del Ibex, una suma PP-Ciudadanos que fuese mayoritaria, creando así una pinza contra el PSOE, apoyando la subida de Podemos». Este pacto está propugnado por una fundación en la que están exministros -Zaplana o Bono entre otros- de los dos partidos mayoritarios, de los que usaron la puerta giratoria. La coalición PP-Ciudadanos requiere al menos de la abstención de éstos y del PSOE «pero éste -dice Guerra- ha insistido en su negativa en base a que representa la alternativa al PP». González matiza, y no es baladí, «creo que ni el PSOE ni el PP ni otros deberían negar la posibilidad de un Gobierno para España si no están condiciones de hacerlo ellos». «Impedir que gobierne otro aunque yo no pueda gobernar no conduce a nada». Aunque luego se define partidario de un «gobierno que sea progresista y reformista». La tercera opción es lo que Guerra llama «un gobierno de las izquierdas liderado por el PSOE, tiene una dificultad insalvable, el apoyo de algunos de esos grupos a un proceso difuso del inventado derecho a decidir en el camino de la independencia que propugna el nacionalismo separatista y separador». González se opone de forma más radical: Podemos «quiere liquidar, no reformar el marco democrático de convivencia y de paso a los socialistas, desde posiciones parecidas a las que han practicado en Venezuela sus aliados», que concluye «son puro leninismo 3.0». Ahora se ha sabido que mientras Iglesias reprochaba al PSOE el reparto de la mesa del Congreso y la presidencia de Patxi López; por detrás habían intentado que la presidiera Bescansa proponiendo un pacto a PNV, ERC, Convergencia, etcétera.

La cuarta, para mí la más posible y probable, es un gobierno de coalición PSOE- Ciudadanos, que para González «requiere una base sólida para las reformas que necesitamos», pero «no habrá reformas si el PP practica la vetocracia». Desde esa coalición se pueden pactar las reformas estructurales, sociales y constitucionales alternativamente a izquierda y derecha con Podemos y con el PP y los minoritarios. «Si los partidos estuvieran hablando de programas de Gobierno y no de aritméticas parlamentarias incompatibles en todo o en parte con un gobierno estable, sería menos complicado responder» a la pregunta de cuál es el mejor Gobierno posible contesta González.

Para Alfonso Guerra, que sin embargo no contempla éste último pacto en su artículo, si las fórmulas descritas «no llegaran a puerto, solo quedaría convocar nuevas elecciones con una previsión incierta pues los electores podrían repartir los números de manera semejante a como lo hicieron el 20 de diciembre pasado, y vuelta a empezar».

Ese es el panorama, y en esta ocasión más vale que Pedro Sánchez se mueva, si quiere salir en la foto.