Hoy en Madrid con Mabel Lozano, buceando en su verdadera intimidad dentro de su productora Mafalda Entertainment. Desde este lugar nace la proyección real de su obra: Chicas nuevas 24 horas. Como ayuda a la concienciación y sensibilización para los diferentes tipos de violencia contra las mujeres, nominado a los Goya como mejor película documental, cuyo contenido es un grito contra la trata de mujeres y niñas. En este lugar se amasan proyectos con la finalidad de defender los Derechos Humanos, es un espacio único. En una primera planta se ve el caudal fabuloso de una videoteca inmensa, casi abriéndote paso por una selva de films, bajas la escalera y con los ecos del deslumbramiento tropiezo con una gran mesa donde se toman las decisiones. Junto a ella, confortables sofás que rodean una preciosa chimenea y al frente los ventanales que muestran unas bonitas vistas. Al fondo, un mueble repleto de premios. ¡Que mujer más reconocida! Una gran persona de metro ochenta, vestida con su uniforme habitual: hoy es un traje de terciopelo gris, camiseta de color blanco y sus deportivas. Un café, la técnica rudimentaria del fuego y una conversación entre mujeres evolucionadas. Me encanta poder compartir y aunar fuerzas con personas afines a mi, por la sensibilidad y lucha en la erradicación de la violencia en general. Con la taza en mano, Mabel dice que las señoras españolas hemos sido muy tibias porque la trata de mujeres no se da en nuestro país tanto como en otros. Por eso hemos llegado muy tarde. Y como las mujeres tenemos la etiqueta ya puesta, se demandan sin más este tipo de servicios. Me cuenta que empezó con todo esto hace diez años, cuando conoció a Irina, víctima rusa de trata de mujeres. La vendió su novio por tres mil euros a un club de Madrid como esclava sexual. La muchacha prestaba sus servicios en contra de su voluntad sin poder denunciar por miedo. Estas chicas suelen estar solas, no conocen el idioma ni a nadie. Son víctimas de la exclusión social, del miedo, del silencio y de la complicidad de todos. Son chicas que para que realicen estos actos sexuales se les coacciona, se les pega, son violadas, obligadas a abortar si quedan embarazadas, forzadas a consumir drogas, se les amenaza con matar a sus familiares en su país de origen dejándolas neutralizadas porque tienen deudas que pagar.

En España se generan cinco millones de euros de beneficios diarios, según datos de la Policía Nacional, que caen en manos de la gigante cadena que las explota. Ellas no perciben nada, solo son mercancía, trozos de carne con cara de mujer o niña que pasan a ser esclavas de los amos de sus vidas, los proxenetas. Ellas son la mercadería en la trata de seres humanos. Son las esclavas de hoy, traídas de países del este o hispanos para ser explotadas en plazas y clubes, del mismo modo que se hacía en los campos de algodón de EE UU con los esclavos de África. Es el tercer negocio ilícito del mundo.

El café resulta amargo pensando en los problemas de este siglo. Con Mabel delante me siento identificada una vez más con Lope de Vega, cuando decía en una de sus cartas confidenciales al Duque de Sessa: «yo he nacido entre dos extremos que son amar y aborrecer; no he tenido medio jamás». Aborrezco la violencia, amo a personas como Mabel, activista contra la trata de mujeres, dedicando diez años a este tema como referente en su carrera profesional, dejándose la piel en este último proyecto. Chicas nuevas 24 horas, ha sido rodado en España, Perú, Argentina y Paraguay. Se ha doblado al guaraní que es la lengua indígena no escrita para llevarlo a los colegios, donde están captando muchas mujeres. No sólo se habla de él en los Goya, sino que en el Congreso de Diputados lo han nombrado de interés nacional, social y cultural. Es un trabajo transversal que pone el delito delante de todos. Se esta proyectando en los centros educativos del lugar de origen con la finalidad de captación y lucha. Es nuestro país está recorriendo todos los institutos resultando ser una importante labor de visualización y muestra a nuestros menores de una lacra social tan horrible como la esclavitud de seres humanos.

No es bastante con que Naciones Unidas considere este tipo de delitos como si fueran de Violencia de Género por el hecho de ser mujeres y niñas. Es una violación de Derechos Humanos, es un crimen. Las mujeres que somos madres, los padres no podemos permitir educar a nuestros hijos en una sociedad donde se comercia con un valor jurídico preciado, la persona. Por ello hay que celebrar que la industria de la cinematografía es un altavoz muy potente. Es un contenido esencial y aquí la misión del cine va a hacer una campaña de prevención que debería de estar unida a lo que falta, la elaboración de leyes más eficientes, del trabajo en los colegios y del compromiso de la ciudadanía. Todos deberíamos adquirir el compromiso de ser ciudadanos de primera, mirando de frente y dando pasos contra la violencia y la esclavitud. Mabel está feliz, agradecida por tanto reconocimiento. Todos deberíamos de ser personas y dignas de serlo.