En recuerdo del profesor Balbino Mancheño, del que tanto nos acordamos cuando nos pasan cosas buenas.

Bajo el título «Los Héroes del CRISPR», la revista Cell ha publicado hace unos días un artículo de revisión del descubrimiento genético llamado CRISPR, que según la revista Science es el más importante del año y, para algunos expertos, el del siglo. En el citado artículo, el director del Instituto Broad del MIT y Harvard y copresidente del Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología del Presidente estadounidense Barack Obama, Eric Steven Lander, reconoce la autoría del primer descubrimiento y la paternidad del nombre al Prof. de la Universidad de Alicante, el Dr. Francisco J. Martínez Mojica, por los resultados que obtuvo al respecto en 1993 y 2005. En el mismo sentido, ha sido reconocido por el científico del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC, Lluís Montoliu, en el artículo «Las herramientas CRISPR: un regalo inesperado de las bacterias que ha revolucionado la biotecnología animal».

Ya conocíamos la noticia, cuando en mayo del año pasado, con ocasión del premio Princesa de Asturias otorgado a las Dras. Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna, por avances científicos en este descubrimiento, ellas mismas reconocieron la pionera aportación del Prof. Mojica, sin que inexplicablemente apareciera entre los galardonados. En mi opinión, debiéramos dar a todos estos reconocimientos la importancia que sin duda alguna se merecen, porque en el caso de que tal descubrimiento obtuviera mayores distinciones (se baraja como el descubrimiento merecedor del premio Nobel de este año), Francis, como le llamamos sus compañeros, debería figurar con todo merecimiento entre los que compartan el citado premio. Hasta aquí la labor institucional que nos hemos marcado en los próximos meses: la divulgación de la importancia del descubrimiento y la autoría del Prof. Mojica.

Pero la pregunta que me surge una y otra vez desde el principio de esta historia, es por qué el nombre del profesor Mojica sólo ha salido a relucir a partir de que se otorgara el premio a otros científicos. No se debe necesariamente a una cuestión de recursos. El propio profesor Mojica ha destacado lo barata que es la técnica. No ha sido por falta de dedicación y trabajo sólido, ya que Francis lleva más de 30 años dedicado en exclusiva a la universidad. Todo ello me recuerda lo que me enseñaron hace años en mi Facultad, cuando mis Maestros me decían que para ganar un caso había que tener razón, saber pedirla, y que te la den. Pues en la Ciencia ocurre lo mismo: hay que trabajar con rigor y talento hasta obtener resultados; saber dónde y cómo contarlos, y que te crean. Los dos primeros requisitos los cumplió el Prof. Mojica a la perfección; el tercero, ha tardado 20 años en llegar. Y ha tardado tanto porque en muchas ocasiones la comunidad científica, formada por seres humanos, participa de algunos defectos comunes a todos: el fijarse en las apariencias a través de una estimación indiciaria pero no directa; el no valorar la investigación básica hasta que no se le encuentra una aplicación en forma de patentes y beneficios empresariales; o simplemente porque los grupos pequeños o los centros de investigación que no están en el Top Ten de los rankings, son David frente a Goliat en el acceso a determinadas glorias.

Con la humildad y discreción que caracterizan al Prof. Mojica, ya ha declarado que él se conforma con que el descubrimiento sirva a la Ciencia, o con que se reconozca su trabajo,y aunque está seguro que más adelante se le ocurrirán nuevas ideas, también necesita tiempo para la docencia de sus estudiantes.

Pero nosotros no tenemos por qué ser tan modestos en la defensa de Francis, porque su heroicidad representa a toda la Ciencia española: a la básica y a la aplicada, a la que necesita recursos y a la que los necesita menos, a la que es de alto impacto y a la que el impacto le vendrá después. En definitiva, porque representa a las noticias importantes para la humanidad, que no figuran en la primera plana de los medios de comunicación.

Por todo ello, ¡Enhorabuena Francis!, y gracias por habernos permitido tener la ilusión de que todos somos tú.