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Javier Mondéjar.

El indignado burgués

Javier Mondéjar

Del alba clara al final del día

los ciclotímicos nos da por alternar momentos de euforia con ramalazos de nostalgia irrefrenable. La melancolía es un sentimiento que puede ser tan intenso como el «Síndrome de Stendhal», ese dolor romántico ante la acumulación de belleza que, dicen, aquejó al autor francés al contemplar Florencia. El que esto firma tiene la rareza en tal estado de escuchar canciones tristes o música deprimente, tipo «La Chanson des Vieux Amants» de Brel (Del alba clara al fin del día/te amo todavía/ya lo sabes, te amo) o el 4º movimiento de la 5ª Sinfonía de Mahler: esos violines que suenan en «Muerte en Venecia». Y, ya como colmo, repaso un programa magnífico que ponían en C+, «Epílogo», donde personajes con fundamento eran entrevistados para emitir en pasado después de su muerte. Se lo recomiendo. Acabo de tragarme seguidos los de Manuel Vázquez Montalbán y Emilio Romero, casi dos horas de aprender y aprender. O sea, que mi receta contra la nostalgia es más de lo mismo, así soy de deprimente.

Como pueden ver, estos primeros días del año estoy elusivo con la realidad. Nada me disgusta más que ese pasar sin hacer nada, como si la vida no se nos escapase por las rendijas, todo ese tiempo perdido que ya nadie va a recuperar. Que no pase nada es para mí el mayor de los crímenes, partidario como soy del «ojalá vivas tiempos interesantes» y convencido como estoy de que estos serán contemplados en el futuro como los momentos en que algo cambió, pero no sé porqué todos se empeñan en que vaya tan lento todo.

Me está saliendo una columna demasiado personal y no era mi intención, pero quiero aclarar con todos ustedes si no es que estoy equivocado y sólo a mí me parece que la historia se ha estancado en este principio de 2016, cuando ni en España hay gobierno ni trazas de tenerlo, ni Cataluña se va o se queda, ni en nuestra Comunidad se mueve una hoja, ni en Alicante cambia nada y el vacío rodea a nuestras entidades sociales o empresariales, de tal forma que, emulando a Bowie: ¿Hay vida en Marte?

Repasemos: ¿Alguno tiene la percepción de que algo haya cambiado en sus vidas a partir de las elecciones municipales o las generales? Todos creíamos que votar iba a ser el remedio y resulta que no es que no sea el problema, es que ni fu ni fa, lo que a lo mejor es peor, ya sabemos todos que contra Franco y contra Rajoy se vivía mejor. ¿Y nuestra muchachada revolucionaria dónde para? Pues pisando moqueta, haciendo ver que son malos malotes por vestir camisas de Zara en vez de trajes de Boss y poco más. ¿Han cambiado las instituciones que estaban todos los días en los periódicos acusadas de esto o de lo otro?, pero santo cielo, si hasta sigue en su sillón el bueno de Moisés y a Camps le vi con estos ojitos el otro día en una tele sentando cátedra de cómo deben pactar los partidos para que España funcione, obviando totalmente que si se lo llevaron crudo sus amiguitos del alma no es que quede mucho como para inventar. O Rita en el Senado como si tal cosa.

Excepto cuatro pringados que no tenían ni papeles ni padrinos, el resto vive de la misma forma. Si quitamos las promesas exóticas de los diputados en las Cortes, las reacciones de la caverna contra las rastas y el bebé que ahora mismo está «bescansando», todo es muelle y blandito como una siesta de invierno con la mantita de pelo y Aramis cerca, no sé si para darte calor o para quitártelo, que los gatos son así.

Y pido perdón pero hasta que esto no cambie me declaro en rebeldía, me pongo a escribir los versos más tristes esta noche y me empalago con la miel de los violines de Mahler y lo que pudo ser y no fue de Brel, recordando los ecos de las viejas tormentas. Cuando vuelva a diluviar, me despierten, hagan el favor.

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