Un importante banco británico insta a sus clientes a «venderlo todo» ante lo que anuncian como un «año de cataclismos en los mercados». El informe del Royal Bank of Scotland (RBS) venía recogido la semana pasada en las páginas de Cinco Días, un diario económico español, y lo completaba con la opinión de un «estratega de Societé Generale que advertía que la crisis financiera resurgirá este año y que «será tan mala como la de 2008-2009». A estas voces le añadía la del banco norteamericano JP Morgan que recomendaba «vender todo al mínimo rebote». Y se extrañan de que bajen las bolsas. Ahora los del Foro Económico de Davos nos lo explican. Bien que podrían hacerlo, porque al fin y al cabo los patrocinadores del también llamado «Foro Económico Mundial» son un centenar de empresas de las que facturan millones de dólares anuales. Es el gran aquelarre de la economía liberal mundial.

Son los mismos que nos han repetido tozudamente que hay que crear riqueza para poder repartir: nos guste o no serán los ricos quienes inviertan y creen puestos de trabajo. Es lo que los economistas llaman «economía de filtración descendente»; «la pega es que la filtración descendente suele ser escasa cuando se deja en manos del mercado», es lo que constata Ha Joon Chang, profesor coreano de Economía Política en Cambridge, en su divertido y desmitificador libro 23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo. «No hay razones -concluye- para suponer que la redistribución ascendente de los ingresos acelera la inversión y el crecimiento».

Para hacer frente a la Gran Recesión los gobiernos y los bancos centrales han apuntalado la demanda mediante unos gastos deficitarios y un incremento inusitado de los dólares y euros en circulación, pero esos miles de millones no se han dirigido a la economía real para crear empleo, sino a la economía financiera. Y a salvar a los bancos en apuros. La «filtración ascendente», ha supuesto como señala Intermón Oxfam en su informe titulado Una economía al servicio del 1%, que ese 1% más rico de la población mundial posee más riqueza que el 99% restante de las personas del planeta. «España no es una excepción: en 2015, el 1% más rico de la población concentra ya casi tanta riqueza como el 80% más pobre», ni lo es en el aumento de la desigualdad ni de la exclusión social. «El poder y los privilegios se están utilizando para manipular el sistema económico y así ampliar la brecha, dejando sin esperanza a cientos de millones de personas pobres. El entramado mundial de paraísos fiscales permite que una minoría privilegiada oculte en ellos 7,6 billones de dólares. Para combatir con éxito la pobreza, es ineludible hacer frente a la crisis de desigualdad». Oxfam se dirige a Davos, ese auditorio en el que están presentes gran parte del 1%.

También el papa Francisco ha pedido en una carta al Foro que «la cuarta revolución industrial», que es el tema de esta edición, no suponga la pérdida de los millones de puestos de trabajo que sus informes anuncian. «Hay una clara necesidad de crear nuevas formas de actividad empresarial que, mientras fomentan el desarrollo de tecnologías avanzadas, sean también capaces de utilizarlas para crear trabajo digno para todos, sostener y consolidar los derechos sociales y proteger el medio ambiente. Es el hombre quien debe guiar el desarrollo tecnológico, sin dejarse dominar por él», concluye su carta con un grito de «¡No se olviden de los pobres!».

La riqueza acumulada se ha invertido en los llamados «contratos de futuro» (CFD), «apuestas» vinculadas a la evolución futura de materias primas -petróleo, oro, cosechas, etcétera- o a la evolución de determinados sectores, valores o bolsas -paquetes de valores o fondos cotizados ETF- tanto al alza como a la baja. En buena parte son compras especulativas a través de paraísos fiscales, son la «nueva burbuja» financiera. No ha habido inversión en la creación de bienes y servicios, de riqueza, cuando como dice Ha Joon Chang, «la mejor manera de impulsar la economía es redistribuir la riqueza hacia abajo», y eso no se ha hecho. La acumulación creciente no supone inversión ni acelera el crecimiento. Los del pánico en las bolsas y en los mercados financieros, que ahora buscarán refugio en la deuda pública, tienen pánico de su propia obra. Hasta la próxima en que volverán a las andadas si una política redistributiva no lo remedia.