Youssouf Sow es un senegalés que vivió unos meses en Mauritania para poder ahorrar el dinero que le permitiría pagar el viaje desde aquel país a España, a las Islas Canarias, en una patera. Fueron cinco días de diciembre de travesía incierta, en medio de un océano frío, sin sistemas de navegación y soportando oleajes y lluvias que estuvieron a punto de finalizar la aventura del peor modo. «Sobre las dos de la tarde, nos cuenta Youssouf, de repente, el sol se escondió detrás de grandes nubes. El cielo se oscureció hasta tal punto que no se veía nada... Empezó a diluviar. El mar se encabritó, dejando caer con fuerza sobre el agua nuestro barco, que giraba sin rumbo, como enloquecido...». Youssouf Sow ha contado su experiencia en un librito genial, El cayuco, con el que ha pretendido, según sus propias palabras, dar a conocer la odisea vital que suponen estas trayectorias hacia Europa, donde no se sabe cuál será el punto final de arribada, porque las condiciones del mar Mediterráneo o del océano Atlántico, la realidad de embarcaciones viejas, nada acondicionadas para estas travesías y la existencia de mafias que sólo persiguen sacar el dinero de estas personas sin importarles su final, pueden dar al traste con sus ilusiones de una vida mejor. Y son muchos los que no han llegado. Youssouf Sow dedica su libro «a los que perdieron su nombre por el camino» y lo ha dedicado también «a mamá África», el continente del que, realmente, todos procedemos. Es el libro de un superviviente, de una persona ejemplar. Es un relato de lectura deliciosa; obligada en nuestros colegios e institutos. Y muy necesaria, especialmente, para todos aquellos que piensan que con alambradas y muros se soluciona el «problema», condenando a miles de personas a vivir sin vida o a morir con sus ilusiones frustradas, por culpa de una situación que no han creado ellos sino nosotros.