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Caída anunciada

No ha sido coser y cantar para la empresa Butaca de Patio, que aún gestiona el Teatro del Mediterráneo en el Aula de Cultura de Alicante. Durante estos pocos meses hemos ido viendo la crónica de una caída anunciada pese a la interesante programación. La actividad se puso de gala con el incisivo Alberto San Juan y un caluroso éxito de espectadores, muchos de los cuales no volvieron a aparecer. El «si te he visto no me acuerdo» suele funcionar perfectamente. La reapertura de la sala se convirtió en un acto social con una significativa parte de lo más florido de la sociedad alicantina. Un magnífico postureo para dejarse ver y hacerse notar sin más grado de implicación y de compromiso con la cultura y las artes escénicas. A las pruebas nos remitimos. Despedida y cierre por cese de negociado y falta de ayudas económicas. Y no es que la rentabilidad mercantil fuera lo primordial en esta atractiva aventura. El impulso del amor al arte ha sostenido el tenderete con dificultad, hasta que el viento de la indiferencia, salvo escasas excepciones, lo derrumba. Al menos por ahora. Algunas representaciones han tenido mayor nivel de público, y otras no han sacado ni para el bocata de los actores. La ciudad tiene lo que merece. Y luego se quejarán algunos, quienes enarbolan la bandera de la cultura en apariencia. Por tanto, esto no va a suponer ningún trauma para la mayoría, incluyendo a esos sectores con el perfume de la intelectualidad. El teatro, la danza y los montajes familiares requieren otra respuesta de los ciudadanos. Las lágrimas parecen de broma cuando se habla de atonías culturales y de la ausencia de un sólido proyecto cultural. Pues sí. Pero lo que ocurre con el Teatro del Mediterráneo, por poner un elocuente ejemplo, no es el único problema en cuestión de acogida relacionada con el mundo de la cultura. Poca gente hay, o muy poquita, para estas cosas. Quiere decirse que no es posible recoger una gran cosecha en un campo escasamente fértil, como podemos comprobar. «Cualquier tiempo pasado fue peor», dice el tema musical de Sabina. También es verdad que hubo momentos más florecientes y con mayor inquietud. Al fin y al cabo, siempre nos quedará París? Y el afán constante de recuperar el pulso. De sostener lo existente, aquí, allí o allá, ampliándolo y mejorándolo. Ahora que el Aula había renacido con ilusión, quizá continúen las labores escénicas, aunque no sabemos qué estímulos podrá tener una nueva gestora después de estas andanzas. Una de cal y otra de arena. ¡Todos a una!

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