«Tras los canarios, los valencianos somos los que compramos menos libros de toda España» (de la prensa). Para mi vecino don Gregorio Poveda, ávido lector... hasta de mis artículos.

Lo sabemos, pero no hacemos ni caso. La facilidad de las pantallas desde las televisivas a las de bolsillo atraen y someten. Difícil resulta para el común denominador zafarse de sus atractivas atracciones por coloristas, luminosas y vivas. Es posible que todo parta de la facilidad de parecer que nos enteramos porque con ellas es como si asistiéramos a la realidad de las cosas, personas y sucesos sin que haya necesidad de leer entre líneas, adivinar bajo apariencias y, en definitiva, pensar.

Tras tantos años, casi toda una vida, pendiente y dependiente de los libros, incluyendo las revistas especializadas, pereciera como si el descanso más o menos merecido y, por qué no, también el consiguiente cansancio de la vista, la dichosa presbicia, llevara sin remedio humano a un cambio radical de hábitos adquiridos, hasta convertirse en modo de vida. Todo lo más algún ligero acercamiento a alguna novela de lectura fácil, con su tipografía apropiada, más léxico, composición y argumento sin demasiadas pretensiones. Hasta que de pronto, al menos eso creo que me ha pasado, te notas cada día y todas sus horas más y más aburrido. En parte al oír tanto sin apreciar que nadie se escucha más que a sí mismo. Como la dificultad de poder atender a tantos hablando a la vez y hasta contradiciéndose sin aportar nada nuevo en una y mil ocasiones, entre argumentos demasiado fáciles y hasta obvios cada vez más empobrecidos por insulsos y repetitivos.

También en los cines. Para una «peli» nueva o novedosa, «tropecientas» que sólo son más de los mismo, eso sí con medios y modos admirables, que las técnicas avanzan que es una barbaridad. Lo mismo serviría para las «series», televisivas claro, cuyo epíteto las califica de sobra.

Pareciera que el remedio pudiera estar en la pantalla de las computadoras, vulgo «ordenata», siempre imposible de abordar en su infinitud, hasta que el plástico, las basuras y las manipulaciones, tapan como arbustos gigantes el bosque del verdadero conocimiento.

Cuando cae en tus manos sin demasiados quehaceres y ante tu vista cansada pero ávida de sorpresas un libro o dos o tres que te quitan el sueño, te encienden ideas y sentimientos dormidos si no muertos, que te atraen no tanto por su materialidad de papel escrito como por su fondo y sus formas. Los hay que lo consiguen porque lees en ellos lo que tanto te costaba entender de este mundo difícil y variable. También porque, verdaderas creaciones, subyugan en su novedad de contenidos admirables y/o de modos dignos de admiración. Si defraudan puedes abandonarlos sin remordimiento alguno. No hace falta que sean de ahora mismo, también los hay de ayer o de hace hasta siglos. Tampoco que hayan sido reconocidos por la crítica o estén de moda, aunque ambas ayuden a encontrarlos. Tres tengo entre manos en estos momentos. Talmente distintos. Para complementarse mutuamente. Como un resumen apretado de muchas apetencias personales. Me sigue gustando leer varios a la vez sin morir en el intento. Por desgracia leo demasiado deprisa. No me importa releer lo leído si gustado.

Una novela. Siempre ha sido mi pasión desde bien pequeño. Ésta de hoy. Preciosamente escrita. Moderna en sus descripciones. Intimista y a su vez denunciadora de situaciones muy actuales. Sé que se lee, por referencias en la prensa. La descubrí tras la mención en los medios y la biblioteca pública que me la presta gratis la ha adquirido. Ahora solo compro libros después de su lectura y si lo merecen. No me caben más en casa. No hay película, ni dramatización que pueda compararse a una buena novela. La imaginación propia crea y recrea mejor que nada y nadie.

Para no dejarse avasallar otra, casi clásica, de aventuras, llena de predicciones de futuro que efectivamente han llegado a la existencia irremediablemente. Con humor hasta las cejas, de ese que se ríe en primer lugar de sí mismo y luego de todo y todos. Escrita por una aventurero del pasado, obliga a viajar sin moverse del asiento desde donde la lees de un tirón, sin tregua ni descanso. Tan antigua su edición que obliga a abrir sus páginas, todavía en cuadernillos, con abrecartas. Aunque ya no existan ni cartas. Cosas de los tiempos.

Y entre una y otra un libro de estudio, de «ciencia» aunque en este caso sea de lo menos científica, aunque más seria de lo que pueda parecer, como la Política. Cómo es posible que alguien haya descrito y explicado con tanto rigor lo que uno en su miseria ha pensado o imaginado de la vida común de la ciudadanía, por ejemplo sobre las formas de gobierno y la misma «gobernanza» de los pueblos. Su lectura atenta se me presenta altamente necesaria para tanto ilustrado sin lustre ni «mustre» que pululan por las pequeñas pantallas. El mismo concepto, tan traído, llamado «democracia» termina deshuesado hasta su interior, los clásicos dirían su esencia, para entender mil maneras de revivirla, tan distintas y dispares como reales y verdaderas. Algunas instancias o instituciones que tanto presumen de ser y actuar en y desde ella, resultan en pura teoría simplemente como no-democráticas.

Termino por hoy. No he dicho títulos, ni autores, ni editoriales para no hacer juego al consumismo, cuando solo pretendo que se consuma más tiempo, simplemente, leyendo.