Es la expresión de la izquierda, a los populares ni agua. Hay que aislar a la derecha. Hasta Rivera está entrando en ello. El pacto del Tinel, origen de esta enfermiza postura de la política española, única en toda Europa, aboca a nuestra nación a un callejón sin salida. Maragall con la inestimable ayuda de Zapatero puso en negro sobre blanco lo que se ha convertido en dogma de fe de esa progresía, hija del rojerío intelectual y acomodado, que desprecia a quienes opinan distinto. Los socialistas, por mor de una larga y equivocada tradición, que nadie se atreve a traspasar por si se le tachara de fascista u otras lindezas por quienes se oponen a cualquier trato o acercamiento al partido más votado por los españoles y que representa al menos a un tercio de la ciudadanía, refuerzan ese equivocado sentimiento con el complejo atávico de confundir «derecha española» con franquismo.

El democrático llamamiento al diálogo, ese ensalzamiento del consenso y el acercamiento de ideas o fundamentos esenciales, voceado a los cuatro vientos por Sánchez, es silenciado únicamente con los populares. Únicamente son utilizados, los vilipendiados derechistas, en los casos extremos de necesidad, cuando el perentorio pragmatismo necesita de una urgente medida para evitar catástrofes que lleven al país a la ruina, como pasó en la última etapa de Zapatero, que tras obviar y ningunear a la otra gran formación en temas de trascendencia extrema como fue el pacto del Estatuto Catalán, no tuvo más remedio que llamar a la puerta de Génova para sacar adelante reformas que España necesitaba como agua de mayo. Incluso el flamante presidente del Congreso de los Diputados, Patxi López, cuando fue elegido en su día Lendakari gracias a los votos del Partido Popular a cambio de nada, no tuvo más que gestos de desprecio hacia quienes habían propiciado su investidura, no fuera a ser que sus correligionarios pensasen que su persona e ideología se habían contaminado con la mácula de un pacto con los sucesores de Franco y los poderes fácticos.

Es de tal calibre la situación de este enrocamiento, que, desde la mayor parte de las propias bases del partido contra el Partido Popular, prefieren se lleven adelante acuerdos con quienes quieren y están empeñados en romper España insistente y explícitamente, como Esquerra o la extinta Convergencia, o con quienes optan a lo mismo de momento de manera más soterrada, como Compromís o las gentes de las Mareas gallegas, e incluso los alrededores de Bildu. Nunca, en ningún caso acercarse a la demonizada derecha española. La cesión, por parte de los socialistas, de los senadores a Esquerra y a la antigua Convergencia para posibilitarles grupo propio y por tanto altavoz de sus delirios en el Senado, no hace más que abrir la brecha e insistir en el error, como también el compromiso público hecho por Sánchez al separatista Puigdemont de reformar la Constitución ad hoc, cuando bien sabe de su imposibilidad sin contar con el PP.

Sánchez suspira por llegar a un acuerdo, que le haga presidente, con aquellos que, desde el movimiento populista de moda, están en manos de organizaciones que suspiran por alcanzar en sus respectivos territorios el «derecho a decidir», eufemismo del derecho a la autodeterminación, incompatible con nuestra Constitución y con la de la mayoría de los países democráticos del llamado entorno. El movimiento adanista elegido por Sánchez para ser investido presidente, que trata de inculcar a los crédulos seguidores que son ellos los que acaban de traer la democracia y la representación popular a nuestra sociedad, es organización fraternal de Syriza, que gobierna en Grecia, y que han rebajado el 35% las pensiones de sus jubilados. La vida aprieta cuando se gobierna. Mientras no se gobierne, se pueden montar espectáculos de todo tipo, desde llevar a un bebé al hemiciclo hasta llegar a la puerta de los leones con una charanga con el beneplácito de los adeptos y el estupor del resto. El ruido no proporciona ni más escaños ni más razones. Este sistema, basado en la Constitución que ponen en tela de juicio, es el que les ha permitido tener presencia en el Congreso. El banderín de enganche de todos contra el PP, ese cordón sanitario, es sin duda a ellos a quienes más conviene. Como estos días se viven por etapas que se van quemando con rapidez inusitada, estaremos atentos a qué conclusiones se llega en el Comité Federal socialista del 30 de este mes.