"Somos aves de paso", deslizaba David Vidal cuando la soga le apretaba el cuello, viendo de cerca el despido. En eso no le faltaba razón al gallego, que acabó haciendo fortuna recorriendo banquillos de media España.
El oficio de entrenador tiene fecha de caducidad. Salvo sir Alex Ferguson en el United, nadie queda atado para siempre, nadie evita, tarde o temprano, la ejecución. El Hércules de la 'era Ortiz' ha devorado a 21 desde que en junio de 2000 se despidió a Jiménez. Pero en los quince años anteriores a la llegada del empresario, también cayeron otros 20: Desde que fulminaran a Alberto Ormaetxea -un excelente técnico que hizo campeón a la Real y al que abrieron la puerta a la séptima jornada en Alicante- al despido de Periko Alonso, otro conocido donostiarra que cerró la infausta etapa de Bahía, aquel injerto estilo 'Quique Pina' que redujo el club a cenizas. No, no es en los banquillos donde reside el problema; el secreto, más bien, está en el molde, en la consolidación de un modelo sólido que aporte medios para combinar cantera y ojeo de jóvenes valores. El resto, aves de paso.
