Tomo prestado para esta colaboración el título del libro de mediados de los años ochenta de Luis Carandell, aunque la situación presente invita a otros como Veamos otra cosa, Empieza otro espectáculo o Ha llegado el circo. Pero centrémonos en el asunto. A partir de las elecciones del 20D y del panorama que dejaban fui tomando notas del desarrollo de los acontecimientos, quehacer que abandoné a los diez días ya que mi capacidad de ordenar la ficción del espectáculo diario superaba la realidad, ¿o sería al revés? Nada que objetar a la voluntad expresada en las urnas por el pueblo tras cuatro años de política conservadora y otros acontecimientos inolvidables: nuevos casos de corrupción, paro, auge del independentismo, desigualdades sociales, precariedad laboral, abdicación del Rey, crisis de la monarquía, nacimiento de partidos con nuevas propuestas, noísmo del presidente del Gobierno a cualquier propuesta, hartazgo de que el partido gobernante de turno culpe al anterior de la situación actual, recortes, austericidio, burla a los pensionistas, aumento de personas desfavorecidas, etcétera.

El pueblo ha sufrido todo lo anterior, de modo que ha dicho: «Veamos otra cosa». Lo malo es que «la otra cosa», es decir, lo nuevo es siempre una aventura hacia lo desconocido, pero, admitámoslo también, no menos desconocido de lo que representaban los socialistas en 1982. Bueno, el espectáculo del arranque de la duodécima legislatura tuvo su presentación el día 13 de enero. Ese día asistimos a un exceso de ligerezas y postureos que más bien se parecían a una jornada de puertas abiertas que a la constitución del nuevo Parlamento. Ese día muchos tuvimos la sensación de asistir a un avance de los números circenses que se van a representar en los dos meses siguientes.

Cada uno es libre de actuar como le dicte la conciencia, y cualquiera de ustedes (entre los que me incluyo) a opinar sobre lo que sucede en la actualidad y sobre lo que sucedió ese día. A mí me dio la impresión de que Podemos va a ser la mosca cojonera y quien dé la nota en lo que dure esta legislatura. Desde la estrafalaria candidatura de Bescansa para obstaculizar la Presidencia del Congreso a Patxi López (lo del bebé en el hemiciclo es una anécdota desenfadada que se le perdona por ser el día especial que era y por tener todo el derecho del mundo a hacer visible al vástago en un día propenso a que todos, sobre todo los nuevos, exterioricen su estado de ánimo), hasta la indumentaria informal de los nuevos inquilinos del Parlamento (que nadie olvide que los parlamentarios son interinos, aunque algunos lo conviertan en un medio lucrativo de vida), pasando por el puño en alto de Pablo Iglesias, como si estuviese en otro mitin, ante la atenta mirada de sus correligionarios (la imagen de Errejón mirando extasiado a su líder es la del devoto a quien se le ha aparecido el santo de su devoción), el sainete de los juramentos (a destacar el de Errejón: «Porque fueron, somos; porque somos, serán» que supone todo un reto y un rompecabezas para estudiosos del análisis gramatical y de la sintaxis formal, y también para filósofos en ciernes. Pero el Parlamento no es la taberna de la esquina donde proferimos frases felices y ocurrentes para impresionar a los amigos.

A mí me extraña que no esté regulado que ese día habrá sorteo extraordinario para designar el lugar donde se sentarán sus señorías y evitar que tengan que correr como niños con zapatos nuevos el primer día de cole. Lamentable, por otra parte, que a los novatos que acceden a ese club tan exclusivo no se les informara con antelación de la relación de servicios que la Cámara les ofrece (ubicación de lavabos, guardarropía, guardería, etcétera).

Y para no olvidar que todo esto lleva aparejado cierto jolgorio, como en Fallas, no faltó una banda valenciana de música para recordarnos sobre la futilidad y fugacidad del paso de sus señorías por la Cámara. De momento, sin embargo, el nuevo estilo de vida, con ujieres a su servicio, alterará el devenir diario de los nuevos diputados, que de seguro estrujarán los frutos del cargo por si acaso el cargo/carga, gajes del oficio, se tornará breve mientras se devanan los sesos en coaliciones imposibles y en pactos contra natura. Ya se sabe: A nunca con B; B nunca con C; C nunca con A y B, pero sí con D. Un galimatías a corto plazo en el horizonte y una gobernabilidad impracticable que presagian nuevas elecciones a menos que ocurra un milagro amañado in extremis tipo Cataluña.

El show del día 13 de enero es pasajero y anecdótico, pero los problemas reales como la gobernabilidad y unidad de España, así como la reactivación económica con la consiguiente creación de empleo de calidad deberían ser los dolores de cabeza de sus nuevas señorías. Y no parece que esto se encuentre en la agenda de sus prioridades a corto plazo al menos. Por desgracia para todos.