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Valle-Inclán que estás en los cielos

El ruedo ibérico está que se sale, el carpetovetonismo vuelve por sus fueros, el torito de Osborne muge a la luna y este esperpento no se lo traga ni Valle-Inclán hasta las cejas de láudano o de kif, con su pipa y todo. España no es que sea diferente. España es que es la hostia mucho antes de que Goya afilara sus buriles.

El 20 D disfrutamos otra vez de pantomima. Lo que pasa es que, fuerzas emergentes asomaban el hocico e instauraban la esperanza de darle matarile a dos tumores que nos vienen castigando con virulencia desde hace décadas (no quería decir bipartidismo por alejarme un poco de tan vulgar lugar común). Pero los granos purulentos en el culo, a lo que se ve, tienen cuerda y aguadija para rato. 20 D, y estamos a 17 E y aquí no hay un dios que se aclare (y lo que te rondaré, morena).

¿Han visto ustedes la lucha terrorífica por pillar cacho? ¿Han reparado ustedes en que en lo último que se piensa en esta pelea a garrotazos es en ustedes, en nosotros? ¿Que las coaliciones, coyundas y demás felaciones tienen como último y primerísimo fin agarrar a manos llenas la oronda teta del poder? Sean fuertes, esto va para largo.

Y entre pacto y pacto, no nos llega la camisa al cuello. ¡Eooooo?!, ¡ Que no cobro paro desde hace meses, que me desahucian, que ya no quedan puentes, ni rescoldos de luna vieja al raso?!

El lunes pasado sentaron a la casa real en el banquillo. Como lo leen. La casa real eran las ojeras moraitas del martirio y la cara de cera y de vinagre de la infanta. Hierática como santa de sacristía. Y el elefanticida padre desaparecido entre los tules de la dolce vita. Y el hermano preparao, horro de agenda por si los agravios.

La máquina pesada del estado se ha puesto en marcha para salvarle el cuello, no a la infanta, mujer de paja, cabeza de turco, sino a la rancia institución que ya no puede hacer más aguas por todos lados, ni mayores ni menores. La fiscalía y hacienda no ven delito en los eurillos rascados por tan insigne dama, dándole otra vuelta de tuerca al pescuezo de Montesquieu. Montesquieu fue uno que dijo que para el buen gobierno de las naciones y para respetar los derechos humanos no era muy conveniente mezclar churras con merinas, ni confundir el culo con las témporas. Y aquí, ya lo dijo el Guerra, ha tiempo que le dieron matarile a Montesquieu y se pasaron por el forro la separación de poderes. El estrambote a la farsa lo puso una baranda de la abogacía del estado, cuyo nombre no recuerdo cuando dijo aquello de que lo de «hacienda somos todos» sólo es un anuncio. La enormidad de la señora no es que se haya hecho viral en las redes sociales sino que ha pasado a grabarse a fuego en la historia del esperpento patrio, del surrealismo, de la necedad más espantosa, casposa y mugrienta. Mire para otro lado don Ramón María, que le conozco.

Y como quiera que cuando la vaca está por dar leche la da hasta por los cuernos, saltan las alarmas cuando se rumorea que a don Mariano lo tienen grabado trincando pastizara y destruyendo documentos comprometedores. El peligro que tiene desayunarse todos los días con una buena dosis de escandalera, el peligro que tiene que la felonía de altos vuelos se haga rutina es que nos cura de espanto. Y cuando el pueblo se cura de espanto lo más probable es que no presente batalla y si el pueblo no presenta batalla, se convierte en siervo y traga, y si traga acepta el latrocinio y su propio y triste destino. Casi redondeo la tautología, cachis.

Bien. Pudiera seguir perorando ad nauseam y remover la cochiquera pero ustedes ya están al cabo de la calle y resultaría redundante y ocioso aparte de que se me está acabando el folio. Sólo un apunte más. No hace un mes que un hombre fue condenado a nueve meses de prisión por matar una gallina que no era suya para comérsela. Fue en Vicar, Almería. Echen ustedes la cuenta de las gallinas y de los ladrones fetén en el caso que nos ocupa. No habría palacios en el mundo para acogerlas a todas.

Ya puede usted mirar, don Ramón, ¿hace un carajillo en el Callejón del Gato? No olvide la libreta de notas. Yo le voy diciendo y usted pone «La pipa de kif» y la sorna.

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