Hace unos meses un eslogan publicitario hablaba, y con razón, de que para recuperarnos en todos los aspectos de los errores que se han cometido en nuestra sociedad en los últimos años, -y que se cuentan por decenas- había que comenzar por desaprender todos los vicios, fallos, manías y torpezas que una tras otra han ido labrando la sociedad que tenemos ahora. Cierto, que la actual es una sociedad más avanzada, mucho más tecnológica, -aunque en justicia siempre decimos que de nosotros siempre se olvidan- más rápida a la hora de hacer las cosas, una sociedad en la que la forma de hacer comunicación ha evolucionado a una velocidad de vértigo, etc. Pero también es una sociedad más egoísta, más materialista, más individualista, más impersonal, con una extensión de la corrupción muy ramificada, con desapego al reconocimiento de los méritos de los que quieren hacer bien las cosas y luchar por una sociedad mejor, primando a quien no lo hace así y ejerce otros métodos en su vida lejanos al mérito y a la capacidad, y por una sociedad donde los fenómenos violentos han emergido con una fuerza tremenda.

Ha habido épocas en nuestra historia en que la violencia y la conquista del poder por la fuerza ha sido una tónica constante. La cinematografía actual no para de recuperar películas sobre fenómenos de la historia basados en la traición, el ansia de poder, la venganza, la destrucción y los enfrentamientos permanentes entre las sociedades y las personas. Pero parece que ahora hemos recuperado esa forma de actuar y de «resolver los problemas» mediante el uso de la fuerza y la confrontación. Y es que nos sorprende la capacidad que tiene el ser humano para aprender de los demás, o de su historia todo aquellos negativo que esta nos ha deparado y no aprender de todas esas experiencias positivas que, también, han servido para que la sociedad haya ido evolucionando para poder avanzar con nuevos pensamientos, nuevas formas de hacer las cosas, de ese estilo de vida, de ser y de comportarse que nos permitieron ir abandonando esos enfrentamientos entre los pueblos, esas traiciones permanentes para dirigirnos hacia muchos de los avances que hoy podemos disfrutar. Sin embargo, y por el contrario, hemos aprendido mucho del mal, de cómo hacer las cosas por el camino más corto, aunque esa forma de llevarlas a cabo sea incorrecta éticamente, y aunque esa metodología de comportarse la gente suponga daño para terceros o conlleve un perjuicio para la sociedad en general. En el fondo y en la forma hay muchas personas a las que no les ha importado que los medios empleados para conseguir sus fines sean inaceptables moral y éticamente, ya que lo que buscan es «su propio fin», abstrayéndose de si el fin es justo, si con sus métodos causan daño a terceros, de si existen graves perjuicios colaterales con sus conductas, o si es preciso usar la traición, la fuerza, la corrupción, o cualquiera mala praxis en su conducta siempre que el fin que ellos pretende se alcance.

Este estilo de vida, y esta forma de actuar, es lo que tenemos que empezar a desaprender y comenzar a estudiar y avanzar en comportamientos de nuestros antepasados que nos guiaron por el camino del «saber hacer bien las cosas», de esos filósofos que pregonaron frases célebres y que seguimos utilizando en nuestras Universidades, en la calle, en los artículos, en los discursos y en nuestra vida. ¿Quién no ha citado en alguna ocasión una frase de algún erudito para defender una postura ética o personal?

Por lo expuesto la frase que se empleaba en el anuncio antes citado sobre desaprender para volver a aprender nuevas conductas o nuevos comportamientos es acertada y aplicable a lo que estamos exponiendo, habida cuenta que en la actual situación de la sociedad nos encontramos en la necesidad de volver a aprender aquellos comportamientos o formas de hacer las cosas que nos permitieron avanzar y mejorar en nuestros comportamientos y formas de ser. Pero para ello tenemos que desaprender a actuar con estilos de vida como el uso de la violencia, la envidia, la corrupción, la ambición de poder a costa de lo que sea, la mentira o el odio entre otras «virtudes» que ahora impregnan los comportamientos de muchas personas. Y todo esto lo aplica usted ahora a todos los acontecimientos que ahora vemos cada día en todos los sectores de la sociedad y tendrá la explicación de lo que esta pasando. Por ello, para recuperar «otro estilo de vida» debemos primero desaprender para volver a aprender. Y, desde luego, no volver a aprender todo lo que nos ha llevado a la actual situación. Eso sobre todo.