El 17 de enero de 1999 titulé un artículo Llevarse el bebé al trabajo. No lo envié, me pareció una quimera. «Nuestros hijos -decía- en futuras generaciones se van a encontrar preparados para el mundo laboral, pero sin la tan traída y llevada igualdad de oportunidades. Creo que en ese punto, no existe igualdad entre el hombre y la mujer. Hoy día es muy raro que no se hagan casas con parkings. ¿Por qué no hacer en los áticos de los edificios oficiales, grandes superficies, oficinas, unas salas amplias, soleadas, donde poder tener una guardería para los bebés de las mujeres que trabajan en las empresas? Al fin y al cabo es por tiempo limitado, hasta que puedan ir a preescolar».

Escribí que la mujer estaría más tranquila sabiendo que sus hijos estaban en manos expertas, pudiendo así alargar el tiempo de lactancia, pues suponía en muchos casos tener que dejar a sus niños, con sólo cinco meses, en una guardería con el excesivo coste de éstas (400 euros o más), o en su caso en manos de trabajadoras domésticas que se llevaban casi el sueldo íntegro. También apuntaba la necesidad de que estos centros tuvieran cámaras donde poder ver, en todo momento, a sus bebés. El rendimiento de estas madres angustiadas -y añado hoy a los padres- sería muy superior.

Carolina Bescansa no ha sido la primera mujer que ha llevado a un bebé a un hemiciclo. En el Parlamento de la Generalitat Valenciana ya lo hizo una diputada del PP, E. M. Me dijo llorando que no la miraban con buenos ojos, pero en aquel momento no tuvo más remedio que hacerlo.

Estamos cambiando. Al menos se intenta, pero sin pasarse. Hay gestos que llaman poderosamente la atención. O es la atención lo que quieren llamar. Polémica servida. Nada mejor que un niño para enternecer al pueblo. Es de manual de campaña. Puestos así, no me parece mal que las mujeres lleven a sus bebés al trabajo y se los sienten en sus rodillas. Con una mano el sonajero y en la otra el ordenador. Pero si lo que se busca es ver con normalidad esta imagen como un camino hacia la igualdad, me pregunto por qué los hombres, en otras profesiones, médicos, ingenieros, electricistas o albañiles, padres también todos ellos, no pueden hacer lo mismo. Si defendemos la igualdad de derechos y obligaciones entre mujeres y hombres, veo fatal que ellos no puedan hacer lo mismo. No hubiera estado mal que además de llevar una mujer a su hijo en brazos, lo hubieran hecho también tantos y tantos padres con la misma problemática casera.

Así es que intuyo que, aunque la diputada, llevó a la cuidadora de Diego teniendo la opción de dejarlo en la guardería del Congreso pagando 150 ?/mes, ¿discriminatorio?, fue un lenguaje de signos para contentar a sus «votantas», sin tener en cuenta que su bebé podía contagiarse de estos catarros invernales, virus y otros bichos que portamos involuntariamente los mayores en nuestros cuerpos y ropas. No hubiera sido mejor presentar una propuesta de ley en el Congreso de la obligatoriedad, en determinados centros de trabajo, donde el índice de mujeres superase el 10% de las trabajadoras una superficie destinada a bebés de 0 a 3 años con personas cualificadas, disponiendo de sala de lactancia y otros menesteres. Eso son hechos, lo demás teatrillo de notoriedad.