Ha sido sin duda la polémica de las navidades pasadas. Nos referimos a los novedosos aires que se han querido dar, por parte de las nuevas corporaciones de algunos ayuntamientos, a las cabalgatas de los Reyes Magos que discurren todos los años por la calles de nuestras ciudades. Como sabemos, las pequeñas modificaciones en la indumentaria, en la forma de las carrozas o en la ausencia de animales encadenados que se han llevado a cabo han sido contestadas de manera vehemente con una catarata de descalificaciones personales hacia los responsables municipales de estos cambios. Así, hemos podido leer decenas de artículos a cuyos autores imaginamos rasgándose las vestiduras al escribirlos y hemos observado una atención excesiva en televisiones y en radios con el evidente interés de desviar la atención pública de otros importantes asuntos como la incapacidad de Mariano Rajoy de formar Gobierno.

La actitud desproporcionada de un determinado sector de la población que ha visto como una afrenta los cambios introducidos nos ha hecho reflexionar acerca de la aspiración de eterna influencia sobre los usos y costumbres de la sociedad que en el caso del Ayuntamiento de Madrid y de la Comunidad de Valencia creyeron tener los simpatizantes del partido político que las gobernó durante veinte años y que propugna el mantenimiento de hábitos de rancio abolengo. Pero lo que resulta cierto es que con independencia de los cambios efectuados en las cabalgatas, que no fueron más allá de los trajes, no se modificaron las reglas esenciales de las mismas. Al revés. Podría decirse que este año los niños que han ido a presenciarlas o las vieron por televisión pudieron recibir además del tradicional mensaje de ilusión relativo a los regalos que los Reyes Magos dejan en las casas en la noche de reyes, otros mensajes relativos a la diversidad de la población, la necesidad de tener en cuenta que existen regiones del mundo que se encuentran en conflictos armados o que los animales no deben existir para el divertimiento de los humanos.

Caso aparte fue la reacción de la exdiputada del Partido Popular Cayetana Álvarez de Toledo (marquesa de Casa Fuerte) y su conocido tweet en el que aseguraba que jamás perdonaría a la alcaldesa de Madrid los nuevos aires de la cabalgata madrileña. Más allá de las risas que ocasionó en las redes sociales este comentario a lo Escarlata O'Hara, lo que molestó a la señora marquesa fue la constatación de que un nuevo tiempo político ha llegado para quedarse a un buen número de las capitales de provincia de España. Tampoco podemos evitar recordar los insultos que el cantante Francisco dirigió al alcalde de Valencia, Joan Ribó, por haber recuperado un acto laico de celebración de la navidad que tuvo lugar por última vez en Valencia en 1937. Tres mujeres que representaban la libertad, la igualdad y la fraternidad se asomaron a la calle desde el balcón principal, motivando protestas iracundas del Partido Popular que lo entendieron como un ataque a las tradiciones que ellos creen representar.

En realidad, detrás de estas protestas parece ocultarse el resentimiento que sigue teniendo un sector de la sociedad hacia todo aquello que recuerde la Segunda República Española, que tuvo su duración, como sabe el lector, entre los años 1931 y 1939. Llama la atención que durante los años de gobierno autonómico y municipal del Partido Popular en la Comunidad y en el Ayuntamiento de Madrid apenas tuviese repercusión en los medios de comunicación, ahora en pie de guerra constante contra Manuela Carmena, el enorme déficit público que se generó durante aquellos años o las continuas meteduras de pata de Ana Botella, antecesora de Carmena, así como su lamentable, por decirlo suavemente, actitud durante la tragedia ocurrida en el Pabellón Madrid Arena en el año 2012, viajando desde un hotel de Portugal donde se encontraba para dar el pésame a los familiares de las cinco chicas fallecidas para regresar en cuanto pudo a su lujosa celebración familiar. Tal vez lo que haya molestado no haya sido el cambio de vestimenta de los Reyes Magos de oriente sino que Manuela Carmena haya osado cambiar algunas tradiciones de la cabalgata como era la tradicional, vuelvo a escribirlo, grada VIP para los cargos municipales y sus familiares que era utilizada por los responsables del Partido Popular a su antojo, grada que este año fue acondicionada para ser utilizada por discapacitados y dependientes. Se ha atrevido Manuela Carmena a romper el tradicional, uso esta expresión por tercera vez, orden social de la cabalgata situando en primer lugar a discapacitados y enviando a los anteriores privilegiados al lugar de los comunes mortales provocando la airada actitud de los conservadores.

Pero decíamos antes que subyace en las críticas el rechazo a todo lo que recuerde la República de Manuel Azaña. No sabemos si por no querer aceptar la propia ignorancia histórica o, nos parece más realista, pretender que se olvide uno de los periodos más fructíferos de la historia de España en casi todos sus ámbitos. Sin embargo resulta difícil olvidar la Institución Libre de Enseñanza, a Fernando de los Ríos, a María Zambrano, a la Facultad de Filosofía y Letras de Ortega y Gasset, a Ramón Gaya, a Arturo Barea o a Manuel Chaves Nogales.