Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Desde mi terraza

Luis De Castro

Las toses

El actor José María Pou daba instrucciones a los espectadores de un Teatro Principal lleno hasta la bandera, antes de meterse en la piel de Sócrates: «Por favor, no hagan fotografías; apaguen sus teléfonos móviles para evitar mirar la hora en la pantalla porque desconcentra a los actores. Y sobre todo no tosan, háganlo ahora que quedan diez segundos para que empecemos la representación». He aquí el distanciamiento de Bertold Brecht, porque esos consejos forman parte del texto escrito y dirigido por Mario Gas. ¡Ay, las toses! Dice la Real Academia que toser es «hacer fuerza violenta con la respiración para arrancar del pecho lo que fatiga y molesta». La definición médica la desconozco. Un hecho físico tan natural como a veces irreprimible se convierte en elemento distorsionador para una correcta visión de cualquier espectáculo. En los conciertos resulta hasta hilarante el atronador coro de toses que inundan las salas tras cada movimiento musical, que además parece ser contagioso; en cuanto arrancan dos o tres personas se suman cientos de ellas, y la cara de los músicos es elocuente; en el teatro no hay unanimidad en el momento elegido, cada cual tose cuando le place para martirio de quienes andan escasos de oído, y para desesperación de los actores. Yo no digo que algunas veces resulta difícil reprimir la tos, pero darle rienda suelta en cualquier momento es una falta de respeto al resto de espectadores que, o bien no necesitan expresarse o bien procuran ser discretos en sus incidencias respiratorias. Pero gracias a las potentes voces de todos los componentes de la compañía, encabezados por el maestro Pou, que nos contaba el juicio y muerte de un ciudadano llamado Sócrates, pudimos disfrutar de un excelente trabajo actoral y del mensaje tan próximo hoy de un lejano ciudadano ateniense. A pesar de las toses resultó gratificante el lleno total de las dos representaciones ofrecidas, tratándose de un tipo de teatro discursivo y de ideas, al que tan poco habituados estamos hoy. Entre los espectadores, uno de total actualidad: el actor Pedro Casablanc que, por su matrimonio, ha elegido la Vega Baja alicantina, concretamente la localidad de Catral, para escapar del estrés madrileño todos los fines de semana rodeado de naranjos y alcachofas. Para situar al lector que desconozca su trayectoria, Casablanc fue el maquiavélico Arzobispo de Toledo de la serie televisiva Isabel, y el malísimo Juan Rueda de Mar de plástico. Antes de estas series hay toda una vida pisando escenarios y platós, y el reconocimiento -tardío- de su buen hacer, con numerosos e importantes premios teatrales y cinematográficos, lo último su creación del famoso Bárcenas en la película B. Pero si lo traigo aquí es porque él mismo me contó que va a dar vida al doctor Balmis, médico alicantino que vivió a caballos de los siglos XVIII y XIX. En el centro de nuestra ciudad existe una plaza con su nombre, y un busto en bronce colocado en un rincón de la placita. La biografía de este médico cirujano alicantino, que llegó a ser médico personal de Carlos IV, no es muy conocida a pesar de que su notoriedad se debe a su empeño por llevar la vacuna de la viruela a las colonias españolas en América, especialmente México, consiguiendo del rey el patrocinio de una expedición a aquellas tierras para acabar con la mortífera enfermedad. La figura de nuestro paisano ha tenido varios intentos de llevarse al cine, y parece que esta vez será la definitiva, impulsada por el productor y director Miguel Bardem. Y hablando de cine, reparen en las pocas toses que se escuchan en las salas cinematográficas?, lo que no deja de ser curioso comparado con el

La Perla. «Al teatro hay que ir cagado, meado y tosido» (Alberto Closas)

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats