Pese a todo, pese a la política americana destructiva y asesina, las lágrimas de Obama me llegaron a conmover. Nunca pensé que un presidente americano pudiera conmoverme, pero me conmovieron ante su impotencia para regular el uso libre de las armas de fuego en su país, bastante más difícil que la prohibición de llevar revólver en las ciudades del Oeste de las películas.

Ya sé que Estados Unidos es uno de los países más crueles por su deseo de dominio del mundo. Pero me conmoví con sus lágrimas porque me hubiera gustado ver a Rajoy llorando por las muertes directa o indirectamente causadas entre los españoles por la ineptitud de sus políticos y de la injusta justicia. Me hubiera gustado, me gustaría, ver a nuestros políticos llorando por su inepcia y falta de interés para disminuir el sufrimiento de sus compatriotas en vez de distraerse en luchas partidistas, sin el menor atisbo de arrepentimiento y riéndose en todo momento de no se sabe bien de qué ni por qué están tan contentos.

Asistimos abochornados al esperpento político catalán. Pedían un referéndum, pero el quietismo de Rajoy, amparado en la Constitución, se niega hasta a dialogar. Convocan una payasada sin valor ni vínculo alguno y, no contentos, buscan el más allá. Las pasadas elecciones autonómicas las transforman en un plebiscito: el referéndum al que siempre se negó Rajoy. Con el más difícil todavía, montan una coalición anti natura con sus partidos, CDC y ERC. Un partido liberal de derechas con otro republicano y de izquierdas. Junts pel Sí le llaman. Las fuerzas españolistas, el PSC, C´s y el PP van por libre, como ignorando que la ley D´Hont favorece la unión electoral. Lógicamente ganan en escaños las fuerzas separatistas, que no en número de votos.

Pero a Artur Mas, el Mesías de la tierra catalana, le sale un inesperado grano porculero. La CUP, fuerza independentista pero anticapitalista y anti todo lo que se mueva, no quieren a Mas. El espectáculo montado es deprimente: Artur Mas mendigando un sí arrastrándose por los suelos y llorando por las esquinas. Ya digo, esperpéntico. Y ríen, todos ríen. Tanto han reído que, como los fichajes del fútbol, han esperado hasta el último segundo para llegar a un acuerdo. Mas se retira y se transmuta en el alcalde de Girona.

A los políticos, a los buenos políticos, les debería estar prohibido reír o sonreír en tanto la desigualdad de toda índole sea la que es. Es mentira que con la risa o la sonrisa se conquiste el mundo. Solo ríen los cretinos y los insolidarios. La Justicia no ríe. Solo ríe en secreto la corrupción innata o sobrevenida.

No entiendo de qué se ríe, tras su sonado fracaso Pedro Sánchez y menos aún la de los miembros del Gobierno ni sus diputados ni los de la oposición. No entiendo de qué se ríen los independentistas que lo anteponen todos a sus fines, ni que ninguneen al 53% de los votos que no son separatistas. ¡Vaya democracia! Y no me vengan con la trampa de los escaños. En España solo lloran los desfavorecidos del sistema, y aún no todos. No entiendo el tullido discurso del Rey. Ni los ofrecimientos de Rajoy sin líneas rojas tras ser insultado y después de haber masacrado el país. No entiendo la ambigüedad de Pablo Iglesias con su risa y sonrisa recién inauguradas. No entiendo la risa como triunfal de Alberto Garzón. No entiendo que no hayan dimitido en el primer minuto Rajoy, Sánchez, Garzón ni Mas. No entiendo que haya que respetar los reglamentos para lograr la justicia social. No entiendo que el poder, y la oposición, oculten la pobreza y falseen datos. No entiendo que éste sea el único sistema posible y encima no sea perfectible ni los políticos lo intenten seriamente. No entiendo que los españoles lo admitan y soporten. La falta de preocupación social de nuestros políticos les debería hacer llorar, como a Obama, mientras no se lo tomen en serio y cumplan con dignidad su trabajo.

No entiendo, aún menos, que tras estos últimos cuatro años en que nos han chuleado, defenestrado, hurtado derechos, el pueblo español les siga votando, pero la democracia es eso, lo entienda o no.

Pero es que la izquierda no se salva: Cicatera, desunida, mezquina en sus planteamientos y, que me perdonen, miserable en sus ambiciones. Dejan escapar una única oportunidad de que España, por fin, tenga un Gobierno fuerte, estable y, con una inteligente negociación, que hubiera servido para defender al débil, no a sus siglas, que esa es su única misión. Un Gobierno fuerte capaz de dialogar con Catalunya y llegar a un acuerdo.

Porque, señores políticos, ¿de qué se ríen ustedes si ya nadie cree en su palabra, en sus promesas ni en sus hechos? Y cada vez menos. El pueblo, gracias a todos los políticos seguirá sufriendo, pero ¿a ustedes qué? Van a cobrar lo mismo.