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Matías Vallés

Al azar

Matías Vallés

Cataluña no es excusa para que gobierne el PP

La promoción de Patxi López a la presidencia del Congreso se interpreta como la ejecución a rajatabla del guión diseñado por agentes distintos, y a menudo contrarios, a los partidos políticos. Mientras se baraja cuánto tardará el jefe del legislativo en ser invitado a la casa de Bertín Osborne, se sugiere o impone que el segundo capítulo de la tragicomedia garantice la continuidad del PP en La Moncloa, para una pretendida salvación de España.

Según viene siendo costumbre tras la extinción de ETA, la emergencia que exigiría un Gobierno de concentración nacional se llama Cataluña. Sin embargo, el PP ha demostrado sobradamente que ignora cómo resolver el problema catalán, más allá de quedar reducido hasta la insignificancia en la comunidad citada. Peor todavía, el auge en la cifra de independentistas se origina en 2012. La fecha coincide casualmente con la llegada de Rajoy al poder, y no ha amainado desde entonces.

De repente, solo el PP puede solucionar el problema que ha creado en Cataluña. En todo caso, la crisis catalana ya existía al celebrarse las elecciones generales. No puede alegarse desinformación de los votantes, ni que escogieran masivamente a los populares como el partido idóneo para salir del atolladero, puesto que le recortaron a Rajoy la friolera de 64 diputados. Se trata por tanto de cancelar el molesto resultado electoral, con el pretexto habitual en estos casos de la seguridad nacional. Se evita así el engorro de repetir los comicios, arriesgando los sueldos de medio millar de parlamentarios y de miles de altos cargos del Gobierno. Ejemplar, sin duda.

El PP ostenta 122 razones para optar a La Moncloa, pero no estaría de más que lo intentara por méritos propios. Cataluña no debe servir de excusa para garantizar un Gobierno popular. De hecho, la sospechosa insistencia en la irreversibilidad del cisma catalán no hace sino reforzar la teoría de que se podrían enarbolar otros pánicos, con idéntico objetivo.

Si Cataluña falla como espantajo, el cambio climático sirve igualmente de salvoconducto a un Gobierno del PP para la eternidad. O el derrumbe de los mercados chinos. O el referéndum en Gran Bretaña que cuestionará la integridad de la Unión Europea. En fin, un planeta en el que se concede un premio de interpretación a Leonardo DiCaprio ha perdido obviamente su brújula, lo cual encumbra de nuevo a los populares.

El criterio de que el PP debe gobernar en las grandes ocasiones no solo es irrespetuoso con las urnas, desobedece asimismo a la historia. No se aplicó en 1982, cuando las secuelas de un golpe de Estado hubieran desaconsejado el primer Gobierno de izquierdas de la democracia. Sin embargo, el PSOE no solo encarriló la situación general sino específicamente la militar, feudo tradicional de la derecha. Se acató sobre todo el veredicto de las urnas, que se aspira a sortear un tercio de siglo después en otro ejemplo del retroceso democrático.

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