De verdad alguien creía que los independentistas catalanes iban a desaprovechar esta oportunidad por el empecinamiento de Mas en seguir siendo candidato insustituible tras las representaciones teatrales de los de la CUP, incluido aquel histórico empate a 1.515 votos que según las leyes matemáticas es prácticamente imposible que suceda? Tal como a ellos les gusta, a los soberanistas, todo va a acabar a última hora, en el último segundo, cuando el final se aproximaba inexorablemente. Corriendo, a zancadas por los pasillos de las Cortes Catalanas, los del JxSí han puesto en escena el epílogo a esta mascarada, a esta recreación de «13, Rue del Percebe» en su política de ir por casa, poniendo en el casillero del nombre del candidato a presidir la Generalitat a un oculto Puigdemont, a la sazón alcalde de Girona desde las últimas elecciones municipales españolas, tachando el nombre de Arturo Mas para la posteridad, no solamente por indicación e imposición de la familia anarcosoberanista, sino también por percibir la ruina política de sus objetivos a las que Arturo les iba a llevar de repetir elecciones, como ya había acreditado con su partido, ese de cuyo nombre ya nadie se acuerda, sino también al entender que en el Congreso de Diputados, Sánchez estaría dispuesto a tenderles puentes con sus aventuras pactistas para sacar billetes a su viaje iniciático hacia su Shangri-La particular, en el que desarrollar al máximo sus peculiaridades y hechos diferenciales.

Mas impertérrito dirigiéndose a sus masas, cada vez más exiguas, comunicándoles que está y seguirá estando, lo que no ha dicho dónde y haciendo qué, que por lo visto no debe andar muy lejos del ridículo. Puigdemont, líder de la Asociación de Municipios por la independencia, con una mata de pelo envidiable y de segundo apellido Casamajó, como aquel anciano que Sardá recreara en las ondas hertzianas, fuerte en sus convicciones excluyentes como buen nacionalista, que en su momento exigió expulsar a los invasores, ustedes y yo, ofrece una imagen más acorde del gusto de las CUP, despegándose un tanto de la alta burguesía, para contentar a éstos, que en vano intento, esperan no se note para la posteridad que han pactado con la derecha más reaccionaria y corrupta de Cataluña. Todo por la independencia, hasta vender la piel al diablo. Solamente tienen un objetivo común la secesión de España sea como sea, solamente tienen un rasgo común, el irracional odio por todo lo que rezume español.

Mientras, Oriol haciendo números de como llegará a ser el primer presidente de la República Catalana, su propósito íntimo, el que lleva barajando desde que acabó con aquel Carod y sus amistades socialistas, preludio de un epilogo que está empeñado en escribir en su lengua materna. Codo con codo con las asociaciones independentistas ha presionado a Mas para despejar el camino del denominado «procés», la llamada desconexión como si de pulsar un botón se tratara, que se ha convertido por mor de sus actores principales en un bufo sainete impropio de los que dicen ser representantes de la voluntad del pueblo catalán.

Los que nos sentimos socialdemócratas y españoles al tiempo, vemos esta encrucijada, al contrario que los independentistas, como una solución de última hora a la situación de vía muerta que se percibía en el Congreso de los Diputados para conseguir un pacto de las formaciones constitucionalistas que impida, aplicando con firmeza la legislación vigente, las aventuras secesionistas de los Junqueras y demás participantes en la opereta soberanista. El PSOE, como partido garante de la Constitución y la unidad de España, deberá aunar esfuerzos con la derecha, abandonando veleidades pactistas con formaciones empáticas con el independentismo catalán. De lo contrario, el socialismo se convertirá en cómplice, por acción u omisión, de la inestabilidad política y económica de consecuencias imprevisibles, que una situación de esta índole llevaría sin duda a España. Se abre pues una autopista para el gran pacto constitucionalista, que deben recorrer juntos quienes apuesten por la unidad y el respeto al Estado de Derecho.