Por favor, dejadme en paz. Ahora que acaba de iniciarse este nuevo año os ruego que me dejéis en paz. Que dejéis de enviarme cosas ñoñas y tontas a mi teléfono móvil. Que cuidéis mucho los correos electrónicos que me enviáis, pues os rogaría que fuesen menos y más concisos. Que no alberguéis la esperanza de que tenga que contestar a todos. Que no contestar es también contestar.

Dejadme en paz todos esos ilustrados que pensáis que sois los mejores y que nadie os puede sustituir, enviando a vuestros lacayos y lameculos a que escriban para defenderos. Cuando uno eso hace, caca de la vaca. Dejadnos a todos en paz con vuestras monsergas y vuestras justificaciones. Que de ser lícitas, que no lo son, las convertís en pura demagogia barata y publicidad subliminal.

No me vengáis a cambiar las tradiciones porque vuestra ignorancia es de tal calibre que la igualdad no empieza por sustituir hombres y mujeres como el que sustituye la almohada de dormir. Toda esa farándula rocambolesca, que ha llegado a su cenit con la Cabalgata de Reyes de Madrid, sólo puede ser atribuida a una banda de frikies organizados. No pudieron sacar animales en la Cabalgata porque sus «perroflautas» estaban de gira. No se puede ser más sectario que aquel que, desde el poder, quiere hacernos pensar a todos igual. Todos los totalitarismos siempre juegan a lo mismo: el individuo está supeditado a una bárbara maquinaria del Estado que te dice qué comer, qué fumar y qué Cabalgata de Reyes tienes que ver.

Dejadme en paz todos esos que querían un parlamento plural pero que son incapaces de llegar a acuerdos. Ahora se os ve el plumero, señoritongos. ¿Pero no queríamos eso? Eso tenemos. Pero claro, lo disfrazaron de pluralidad pero, en definitiva, lo que querían es machacar a los que no son de «los suyos». ¡Qué mala es la diversidad que ellos defienden, pero no practican!

Dejadme en paz los que queréis un referéndum en Cataluña pero que solo voten los que allí viven. Porque si realmente creéis en la democracia, no se entiende que no vote toda España. Eso es lo que tiene creer que solo tú estás en lo cierto. Todas esas artimañas y engaños para destruir España se arreglan fácilmente. Pero lo que los independentistas han querido crear es el ilusionismo de que «esto está muy mal». Es parte del juego separatista. Que la confusión llegue al río. Que se vote y se empate. Que voten los mandamases y que se diga que «no», pero dejar una rendija por si hay que decir que «sí». Es decir, si España os roba, por lo menos dejadnos que nos descojonemos con el espectáculo circense que habéis montado. Levanta la cabeza Berlanga y filma esto con Boadella, please.

Dejadme en paz todos esos que decís que ya ha pasado la crisis mientras las colas en Cáritas y en Cruz Roja no paran de crecer. No pasará esta puñetera crisis mientras no haya trabajo de verdad. Y no habrá trabajo mientras se crucifique a los autónomos y a los pequeños empresarios por crear trabajo. Sólo se ha beneficiado a los grandes, y esos han destruido empleo. ¿Hay alguien ahí afuera que esté en disposición de arreglar la economía sin dañar siempre a los mismos?

Dejadme en paz todos esos que se os llena la boca de democracia y de círculos de reflexión y no tenéis cojones de criticar a vuestro amiguito Maduro que es incapaz de aceptar los resultados electorales del pueblo. Sí, del pueblo. Porque se os ve la patita cada vez que hay que significarse. Vuestro modelo de sociedad populista, y ramplón, tiene el recorrido que tendrá la longitud de vuestras mentiras. Corto me lo fiais. Vuestro éxito es solo achacable a la putrefacción de dos grandes partidos incapaces de regenerarse y escuchar al pueblo. Y vuestra mentira populista es normal que cale en la jodienda de la gente. Pero todo toca a su fin tan pronto se os vaya desperezando el ánimo revanchista y las ocurrencias, con paridas incluidas.

Dejadme en paz. Porque yo pienso escribir desde la libertad que conquistaron todos aquellos que vuestra iletrada imaginación no reconoce. Dejadme en paz, la paz que no deseáis a los venezolanos.