Las terrazas se han convertido en un foco permanente de disgustos, de «mal rollo». Los que la tienen porque les gustarían más amplias o más... lo que sea; los que no la tienen y no la pueden tener, porque se sienten discriminados; los ciudadanos, porque se recorta espacio público (la avenida Hispanidad es, posiblemente, el ejemplo más nítido); la asociación de discapacitados, porque se impide el acceso a plazas de aparcamiento; y el Ayuntamiento, en el centro de todos los líos, recibiendo topetazos de unos y otros. De todos modos, el consistorio está actuando para hacer cumplir la ley, lo que se detecta con las sanciones permanentes que se están imponiendo y que no paran.
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