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Desde mi terraza

Luis De Castro

Hacia la normalidad

Se acabó. Los que se suponían días de vino y rosas se convirtieron en una aburrida y machacona información sobre Rafa Benítez, ya ex entrenador del Real Madrid, Artur Mas, presidente fantasma de Catalunya, y la absurdamente todopoderosa CUP, grupo radical minoritario capaz de hacer bailar a su antojo a siete millones y medio de catalanes. Y, de vez en cuando la noticia, ya en letra pequeña, de unos cientos de inmigrantes de Siria, Irak y Afganistán en su lucha por acercarse a las costas griegas, para ellos la puerta de la libertad. Y unos cuantos niños muertos que hicieron que se nos atragantara el turrón. Hoy ya todo es el pasado. El «Bar Alicante», siempre presidido por el dios Alcohol, camina por fin hacia la normalidad. Es curioso que durante dos o tres semanas se produzca una paralización cultural tan grande: ni teatro, ni conciertos (salvo el ya folclórico concierto de Año Nuevo) por el incomprensible cierre de salas en fechas tan señaladas. Pero mejor olvidar el pasado para mirar con optimismo el futuro cultural artístico que a partir de este jueves es ya presente. Tras la dieta cultural, ahora el atracón de principio de año: sin tregua, un concierto, un ballet y una obra de teatro. Los tres de gran calidad.

Pero lo que me parece más importante es la perspectiva que se nos anuncia de una renovación total, de una nueva época de la emblemática Aula de Cultura, ahora con el impulso de la Fundación Caja Mediterráneo, inactiva desde su creación, que proyecta como inicio de su nueva etapa y, entre otras cosas, la creación de una cinemateca que parece será dirigida por una persona tan prestigiosa como preparada como es Paco Huesca, quien como todos sabemos ha dedicado su vida al cine. La elección no ha podido ser más inteligente. Y es que tanto el presidente de la fundación, Matías Pérez Such, como las personas de las que se ha rodeado y que ostentan el cargo de patronos, saben lo que se traen entre manos. En lo cultural, Miguel Valor, quien fuera alcalde «accidental» por un ratito, lleva años familiarizado con la cultura. Hoy, ya jubilado, vuelca su experiencia para devolver al Aula de Cultura su esplendor y su trayectoria cultural, ya legendaria. Quienes vivimos la época gloriosa de ese recinto, nunca olvidaremos la histórica visita del profesor Tierno Galván, que dejó a cientos de personas apostadas en el Paseo Gadea ante la imposibilidad de acceso a la sala. Fue el pistoletazo de salida de un reducto cultural protagonista de la recién estrenada democracia. Els Joglars estrenaron allí cuatro de sus espectáculos, y los mejores especialistas de todas las ramas del saber convirtieron el Aula en un hervidero de ideas, pensamiento y comunicación. En mi recuerdo, un joven y desconocido actor llamado Antonio Banderas, protagonista de la primera obra de Mario Vargas Llosa, la versión teatral de la novela La ciudad y los perros, al comprobar la efervescencia artística que se respiraba en el Aula, con todas sus dependencias ocupadas por diferentes colectivos debatiendo sobre diversos temas, y en su sala principal, teatro, exclamó: «¡Esto parece el Barbican Centre de Londres!».

Claro, como suele suceder, al frente del pequeño complejo cultural estaba un hombre imprescindible, Carlos Mateo, a quienes los alicantinos nunca podremos agradecer suficientemente su labor, y que supo conjugar la audacia, la valentía mezclada con prudencia y discreción en tiempos delicados, virtudes unidas a la humildad para solicitar el asesoramiento de especialistas de todos los campos. Los tiempos han cambiado y hoy no hay por qué regirse por los mismos criterios pero sí aprovecharse de la historia. El Teatro Principal de Alicante se nos presenta con aires nuevos y, sobre el papel, interesantísimos. Y esa «catedral de la cultura» que es «el Aula» , pude jugar un papel decisivo en la formación de las nuevas generaciones de alicantinos. Se avecina pues un futuro esperanzador que, abandonando la abulia de los últimos años, camine hacia la normalidad.

La Perla: «La cultura es el ejercicio profundo de la identidad» (Julio Cortázar)

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