La expresión no es mía. No quiero apropiarme de nada ajeno ni fusilar pensamientos de otros. Lo ha dicho Patxi López, que fue lehendakari socialista. El PSOE en Ferraz y en mil sitios más, con todos los barones y mandamases cuajados de pedigrí rojo, con mando en no sé cuántas autonomías y cuántos ayuntamientos, anda enredado en sus historias internas, apuñalándose por la espalda, entrando a romper el tobillo como los futbolistas más leñeros y haciéndose la cama en el peor de los sentidos. Gran verdad la que proclamó Konrad Adenauer: «Hay enemigos, enemigos a muerte?y compañeros de partido».

A ver si soy capaz de aclararme recapitulando: ha habido elecciones generales de las cuales ha salido una situación política enredada. Nadie tiene mayoría absoluta ni posibilidad de gobernar solo sin el permiso de los cercanos ideológicamente. Se proponen pactos, que nadie entendería, en nombre de España. Parece que predominan las fuerzas progresistas frente a los conservadores. Con paciencia y diálogo se podría conformar un gobierno potente que intentara dar al país una pasada por la izquierda más que necesaria. Conformado ese ejecutivo progresista, podría llevar a cabo todo lo predicado durante la campaña electoral: derogar la reforma laboral, la ley mordaza, la ley Wert?, y procurar gobernar para los olvidados, para aquellos que menos han pintado desde siempre y mucho menos para los gobiernos de derechas.

Esa era la prédica repetida mil veces a lo largo de la campaña: vamos a cambiar este país y a remover las leyes nefastas de la derecha -más o menos, que los lemas de campaña siempre van adornados de figuras poéticas, populismos, chistes para alegrarle la cara al personal y anécdotas para enardecerlo y evitar los bostezos y los ronquidos-.

Pues bien, aunque me huelo que andan hablando e intercambiándose mensajes por debajo de la mesa, la escenificación es esta: yo tengo mi línea roja y, para sentarme a negociar, antes, el interlocutor tiene que respetarla y garantizar su aceptación, por ejemplo, el famoso referéndum catalán. ¿Para qué hay que sentarse a negociar nada si establecemos, de entrada, condiciones inamovibles? Si no se aceptan condiciones de antemano, no es que se rompa la baraja y se tiren los pies por alto, es que ni se inicia la partida. Poca política veo en esas posturas.

Los grandes gurús del socialismo patrio parecen haberse olvidado del país. A lo mejor es porque han tenido una caída de casi dos millones de votos y lo quieren cobrar de esa manera. No hace nada que encumbraron a Sánchez, relegando a Madina y ninguneando a Pérez Tapias. Pues bien, ya hay mil y un confabulados para matarlo. Exigen resultados inmediatos. A ver si aprenden de Rajoy que ha estado más de veinte años hasta que ha dominado a su partido y ha sido presidente del Gobierno.

Cuando todo el país -ahí están los votos- está esperando un gobierno de coalición que no sea contra natura, los prebostes socialistas instalados en sus cargos y con el culo soldado a sus escaños nacionales o autonómicos, no buscan puntos en común para un gobierno equilibrado y estable que solvente los miles de problemas que aquejan a la sociedad española. Andan a la greña: congreso ahora, congreso más tarde y vamos a ensimismarnos en nuestras historietas, esas que a la gente de a pie le importan un bledo por no ser grosero y decir una mierda.

Lo mismo habría que decirle a Pablo Iglesias. Querido Pablo: En todo Estado de Derecho, salvo que haya una revolución como la francesa o la rusa en la que se corten cabezas a troche y moche -aquí no la ha habido, que yo sepa- hay que ajustarse escrupulosamente a las leyes preexistentes. Si las leyes no gustan y uno tiene votos suficientes, las cambia y comienza a legislar teniendo en cuenta la universalmente aceptada pirámide de Kelsen: nunca una norma inferior puede ir en contra de una superior.

Mientras la Constitución esté vigente -y hace falta mayoría muy cualificada para cambiarla- preguntar a los catalanes si quieren ser independientes es ilegal. Te puede gustar más o menos, pero es ilegal, como sería ilegal que los vascos -los etarras han estado cincuenta y tantos años pegando tiros por eso- o cualquier otra «nacionalidad», pretendiese ir al rebufo y organizar un Cristo de padre y muy señor mío.

¿ Por qué no empezamos por lo urgente? Hay setecientos mil hogares en los que no entra un duro y malviven a salto de mata. Dicen que hay gente, con pensiones ínfimas, y aún esas en peligro, que tienen que ayudar a hijos y nietos que andan en precario. Esa es la emergencia social que preocupa a la gente: tener un techo, vestir, comer, educar y proporcionar un futuro a sus hijos. Tener una sanidad eficaz y rápida, que pides día para una colonoscopia y te la dan cuando llevas meses criando malvas. Eso y no las veleidades caprichosas, de políticos oportunistas, que aprovechan le debilidad del Estado para sacar tajada.

Nadie quiere elecciones repetidas. Las ganaría el PP sin despeinarse porque ya le han dado el argumento de campaña: nos vemos aquí por no permitir que España se trocee, por culpa de los advenedizos y los irresponsables. El que tenga oídos para oír, que oiga.