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Francisco Esquivel

Los presentes

Inicio contrarreloj la tarea en busca de los presentes y, como la actualidad echa humo, hago el recorrido con la radio en la oreja. Efectivamente, antes de entrar en la primera tienda con multitud de objetos curiosísimos, cae Baños el de la Cup, que encajaría a la perfección en las estanterías. No sé si es por asimilación de ideas pero el caso es que me entran unas ganas locas de entrar al ídem, por lo que aprovecho la cercanía del cortinglés para que al menos la vejiga se tranquilice. Al igual que aquél en su querencia descocada hacia Artur, yo también siento la presión. Los últimos 6 de enero no he estado fino con las elecciones. Lo reconozco y ese, sin duda, es el primer paso. Hay trances en los que uno anda con diez mil asuntos en la cabeza y, si es incapaz de poner en orden el puzle, no hay forma de estar sembrao y lo que hace en el fondo es engañarse por muy inspirado que se crea. Aunque sacar adelante el proyecto independentista es seguro que se las trae, mantener la estabilidad convivencial durante 35 años tampoco es moco de pavo. Y para ser capaz de sorprender en esta fecha -a la que hay que añadir aniversario y cumples- a lo largo de periodos de tal magnitud es indispensable una pizca de imaginación, aunque no se esté de humor. Los que se separan supongo que cuentan con la ventaja de poder repetir ideas con la nueva opción y que al destinatario le parezca que eres un sol, pero los que llevan toda la vida juntos no tienen escapatoria. Veremos qué le da por hacer ahora a Mas. Él no se percata, pero cada día se parece más a Florentino: no son gigantes, son molinos y a los dos les pierde el plan del Barça. Apago la radio, aparco el agobio, le pongo por fin el lazo a la desenfrenada incursión de cada enero a última hora y me voy para casa con la esperanza de haber acertado. Si uno no cree en esto, en qué va a creer.

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