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De Toros

En sillones de rellano del 60 al 63

Alumbraban las primeras luces de la esperanza de Belén, cuando el alma colmenera de Antonio Ivorra, «Antoniet» para la memoria del buen fútbol alicantino, emprendía su celeste caminar hacia esa patria de eternidades que cobija a las gentes que ama el Señor. Por transparentes, por bondadosas, por ricas en amor y amistosas convivencias. Ese «Antoniet» con quien hubimos de compartir, lo que son las cosas, más de dos décadas de afición constante al toreo: en ambos casos, el suyo y el mío, de por medio Pepita, su esposa, y Emilia, la de éste que firma. Ambas con saberes y sentires muy a tener en cuenta. Allí, en el sillón de rellano 60 se sentaba el bueno de Antonio; en el 63, este ya veterano comentarista de la cosa táurica. Aparecía nuestro hombre cargado de todo lo necesario para el buen discurrir de la taurina tarde, viandas y asientos almohadillados, en tanto que Pepita, empecinado espíritu coleccionista de abanicos firmados por la terna de la tarde, intentaba c0nseguir las rúbricas deseadas. Sillones de rellano del 60 al 63...

Apenas algún gesto, algún monosílabo admirativo durante la lidia, para, ya el en descanso, durante el variado piscolabis, con preponderante nota de la «terreta», echar mano de puntualizaciones y comentarios de diverso tipo. Con cigarrillo incluido los primeros años, hasta que, razones de peso, decidimos prescindir del vocacional aspirar, la tan de buen gustar por otra parte, nefasta nicotina. Abonados anuales de los de fetén compromiso con las cosas de Alicante. Un día de toros en Feria de Fogueres lo comenzaban los Ivorra por la mañana, plaza de toros, en el apartado y enchiqueramiento para, todo tan bien programado por sentida convicción alicantina, acudir a la «mascletá» de Luceros. Por al tarde, lo dicho: sillones de rellano 60 al 63 ...

Sevilla, su Sevilla, de ambos, del ejemplar matrimonio, testigo hubo de ser de sus tardes de Resurrección en la Maestranza cuando, sobre todo, aparecía el nombre de Manzanares, padre e hijo. Con la sentida Semana Santa, la de allá y la de aquí, en la cima de sus fervores y más hondos sentires de una feliz devoción por las cosas de su absoluta salvífica fe. Tampoco cabe olvidar sus viajes con el Club Taurino de Alicante en pos de señalado nombre alicantino en cartel. De nuestras dominicales «andadas» a la Santa Faz, compromiso de lo físico con lo sencillamente devoto, domingos a partir de las ocho de la mañana, durante cuatro años, quedan en el «almario» los diversos temas de conversación Ahora, su alma colmenera deambula luminosa, tan rica bonhomía, por celestes praderas. Sillones de rellano 60 al 63. «Antoniet». Alicante. Enero.

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