Finalizado 2015, empezamos a sumar balances y análisis del año que acaba de terminar en distintos campos y materias, si bien hay uno que tenemos que poner encima de la mesa para que sea recordado por la sociedad y valorado en su justa medida. El Gobierno español del PP únicamente ha acogido a 18 de los 8.023 refugiados que se comprometió solemnemente a reubicar en España junto a otros gobiernos europeos a lo largo del año 2015, del total de 17.680 que España anunció que acogería en dos años. Dicho de otra forma, del más de un millón de inmigrantes y refugiados llegados a Europa por mar a lo largo del pasado año, según cifras de ACNUR, a los que se suman los 3.735 muertos y desaparecidos en aguas del Mediterráneo, España ha acogido únicamente a 18 de ellos, 12 llegados el 8 de noviembre, junto a otros 6 que llegaron el 22 de diciembre, procedentes de campamentos de refugiados italianos. En todos los casos son de nacionalidad eritrea, salvo uno de ellos que es sirio.

De manera que podemos afirmar con rotundidad que en España a lo largo del año 2015, el Gobierno del PP únicamente ha reubicado a un solo refugiado sirio procedente de los campamentos europeos en cumplimiento de los acuerdos de la Comisión Europea del 22 de septiembre, compromisos que el jefe de la diplomacia alemana, Frank-Walter Steinmeier, calificó como «el mayor desafío en la historia de la UE». Pues para ser un desafío tan gigantesco, no parece que los países europeos se lo hayan tomado con la seriedad que merece a juzgar por los escasos 266 refugiados que han sido reubicados en algún país europeo frente a la testimonial cifra de 66.000 personas que lo deberían haber sido al terminar 2015, según el solemne acuerdo del Consejo Europeo sobre Migración suscrito en septiembre por todos los presidentes de Gobierno, que incluía alcanzar un total de 160.000 en dos años.

Son datos tan contundentes que tenemos que conocerlos para extraer las conclusiones que de ello se derivan. Pero creo que hay tres reflexiones inmediatas que debemos esbozar para comprender mejor el significado de estas decisiones políticas. En primer lugar, Europa, como proyecto político e institucional, está gravemente herido al ser incapaz no ya de dar respuesta a los desafíos internos y externos a los que se enfrenta, sino siquiera a dar cumplimiento a los dificultosos acuerdos que va aprobando sobre materias fundamentales para el futuro y la estabilidad del continente. En segundo, nuestro Gobierno en funciones del Partido Popular ha demostrado unas dosis de cinismo e insolidaridad hacia otros socios europeos ante una crisis de proporciones gigantescas que retrata a la perfección la naturaleza de los valores morales y éticos que encarna, así como su falta de respeto hacia las instituciones y acuerdos comunitarios en asuntos tan sensibles como las políticas migratorias y de asilo. Y por último, una vez más la sociedad y las redes de solidaridad ciudadana han dejado en evidencia la demagogia declarativa y el egoísmo deliberado del Gobierno presidido por Mariano Rajoy, al ser capaces de desplegar dispositivos eficaces de ayuda y atención a refugiados e inmigrantes, que con su esfuerzo personal incluso se han trasladado hasta los campamentos de refugiados y a las costas del Mediterráneo donde éstos desembarcan para salvar vidas y ayudarles a sobrevivir, demostrando con ello que nuestros gobernantes no están a la altura moral de una sociedad y de unos ciudadanos que empatizan con el sufrimiento de otras personas.

De esta forma, empezamos el año 2016 como si los cientos de miles de refugiados sirios ya no existieran, como si se hubieran evaporado con los fríos del invierno, sin que se logre acabar de una vez por todas con la guerra en Siria que además de inflamar la región ha llevado a que diferentes potencias jueguen una partida de ajedrez estratégica más propia de la Guerra Fría. Sin embargo, Europa tiene dentro de sus entrañas a más de un millón de refugiados llegados solo en el último año que están poniendo a prueba los cimientos de la UE, su arquitectura institucional, así como sus principios y valores, que tienen que saber qué será de su futuro, qué pautas de integración tendrán aquellos que se queden, cómo vamos a ayudar a los países emisores y cómo vamos a contribuir a resolver conflictos que en demasiadas ocasiones hemos alimentado.

También el nuevo Gobierno, sea cual sea su composición, tiene la urgente tarea de realinearse con las instituciones y acuerdos de la UE, cambiando radicalmente la perversa política migratoria y de asilo llevada a cabo en los últimos años, que ha cuestionado en todo momento las decisiones de la Comisión y de las instituciones europeas. Y por supuesto, el próximo Gobierno debe hacer suya la voluntad mayoritaria de la sociedad española, de numerosos ayuntamientos y de comunidades autónomas (como la valenciana) por colaborar solidariamente a disminuir el sufrimiento y la desesperación de tantas familias, mujeres y niños, en una situación tan trágica como la que viven los refugiados sirios. Somos muchos quienes aspiramos a que nuestro país y nuestra sociedad demuestren que, aunque en crisis, el cemento de la fraternidad y la cooperación también forman parte de nuestros valores.

@carlosgomezgil