Clarificar y debatir sobre política en términos de derecha e izquierda va a seguir siendo una experiencia que seguiremos teniendo, aun con los resultados de las inconcluyentes elecciones del 20D. Donde el PP y el PSOE han sido castigados por unos votos que buscan otras alternativas, y donde Ciudadanos (en el centro) y Podemos (en la izquierda) se han promocionado como esas alternativas de cambio. Y todo ello en el marco de una desconfianza general de los ciudadanos con respecto a la política y las instituciones. De modo que estos resultados han configurado el Parlamento más fracturado desde la restauración de la democracia en 1977. Tanto que a la portavoz del gobierno alemán (Cristiane Wirtz) le ha sido imposible determinar quién merecía ser felicitado; por el contrario sí señaló que es al pueblo español a quien hay que felicitar por su participación del 73,2% (veinticinco millones y medio de votantes). Sin embargo, a partir de estos resultados, España necesita, a través de una nueva era de consenso entre los diferentes partidos, converger en nuevos modelos para nuestro sistema político, nuestra economía y el equilibrio entre nuestras regiones. La nueva política, no solo de nuestro país sino también del resto de las naciones europeas y de la confusa e irregular Unión Europea, está aún por ser estipulada y definida. Y este fracturado parlamento español que ha sido elegido mediante una gran participación electoral, tiene ante sí la oportunidad, el reto y la obligación de hablar, discutir sus políticas, negociar y reformar. Alcanzando pactos, acuerdos amplios y de larga duración, prácticamente en todo. Especialmente cuando la economía española está dependiendo cada vez más de la demanda interna para acelerar su recuperación.

En estas elecciones ha quedado claro que el tradicional sistema de gobierno alternativo bipartidista (apoyado por pequeños partidos nacionalistas, cuando no han sido mayoritario) que ha ido sucediéndose durante más de tres décadas, ha quedado desacreditado. ¿Significa este fin del bipartidismo que se abre la ruta de la inestabilidad política? Esta alternancia bipartidista, ocurriendo también en otros países como ejemplo en Gran Bretaña, tiene la gran ventaja de permitir que se formen casi siempre gobiernos estables. Pero con este fragmentado resultado sin precedentes, la formación del nuevo gobierno puede que necesite el amasijo de hasta cinco partidos diferentes. Algo que no es nuevo en el escenario político de Europa. Ya que, por ejemplo, ningún partido político ha obtenido una mayoría en el Parlamento danés desde 1909, circunstancia que conduce a que sea una coalición (desprolija o cuidada) la que gobierne. Y Suiza permite, desde 1959 por el procedimiento de su «formula mágica», que en el nuevo gobierno, los cuatro partidos principales se repartan las siete carteras en función de su peso en el nuevo parlamento elegido. Y hasta el momento, España tampoco es Alemania para como ha ocurrido allí, partidos como el PP y el PSOE formen, ágilmente, una gran coalición o alianza de 213 escaños. Y aquí es necesario considerar que para aprobar reformas constitucionales se requiere el apoyo del Senado, donde el PP ha obtenido una mayoría absoluta. Con ello, Rajoy tiene ante sí el formar gobierno en coalición o en minoría. Pero estable. De lo contrario, si Rajoy y el Partido Popular dejasen el poder, éstos serían la tercera víctima europea de 2015, tras lo igualmente sucedido en Grecia y Portugal, debido a una votación en contra de la austeridad.

No obstante, ¿la falta de una clara mayoría significaría la carencia de una reforma económica? Esta carencia podría significar que el crecimiento potencial del PIB permanezca retenido en el 1% (comparado con el 3,2% de justo antes de la crisis). Y cuando está previsto que la economía española crezca alrededor de un 3%. Así, en el caso de que Felipe VI apelase a unas nuevas elecciones, ¿producirían éstas una clara mayoría, en solitario o en coalición? Muy probablemente producirían otra vez (lo hizo en más de un 3%) la bajada del Ibex 35, ante la preocupación de posibles alianzas de gobierno.

Por otra parte, España marca también la diferencia con respecto a otros electorados europeos más volátiles, al carecer de movimientos relevantes de extrema derecha, anti-europeos, anti-inmigración o xenófobos. Sin embargo, si tenemos un significativo movimiento separatista catalán (dividido entre si y en trance en la investidura de Mas) que ha sido seducido, junto a los nacionalistas, por Podemos y su apuesta a realizar un referéndum sobre la independencia, y a través de su confluencia con grupos políticos de izquierda radical y ecologistas agrupados en la coalición En Comú Podem. ¿Apuesta y confluencia volátiles? Pues, ante un pacto de izquierdas, tenemos también un PSOE abatido por el 22% del voto y con diferencias entre sus barones.