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Antonio Sempere

En pocas palabras

Antonio Sempere

Balance del cine perdido

Hacer un balance anual de aquello que no hemos podido ver en nuestras carteleras, en lugar de lo que sí ha llegado, puede parecer contradictorio. Pero es que estos son los primeros títulos que nos vienen a la cabeza, los que nunca debieran haberse quedado en el camino en una provincia situada la cuarta en el ranking nacional de espectadores. Centrémonos en el cine español. Procedentes de la sección oficial del Festival de Málaga nos quedamos sin ver el premio del público, Techo y comida, de Juan Miguel del Castillo, y Los exiliados románticos, de Jonás Trueba, aupada como la delicatesen cinéfila del Festival.

Por su parte, de la competición de San Sebastián permanecen inéditas Un rey en La Habana, de Agustí Villaronga; Un día perfecte per volar, de Marc Recha; El apóstata, de Federico Veiroj; y Amama, de Telmo Esnal. A las que habría que añadir en otras secciones Isla Bonita de Fernando Colomo o Un otoño sin Berlín, de Lara Izaguirre. Ello por no entrar en sutilezas relacionadas con las nuevas olas. Ya sabemos que, hoy por hoy, en Alicante es imposible ver títulos como El camino más largo para llegar a casa, de Sergi Pérez o Las altas presiones, de Ángel Santos, por más premios que hayan recibido allá por donde han pasado.

Valga como termómetro que el primer estreno de 2016, nada menos que marca José Luis Guerín, La academia de las musas, tampoco se verá en Alicante. Él mismo ha facilitado en las redes sociales el listado de ciudades donde comienza la distribución, y la nuestra no figura por ninguna parte. El nuevo largo documental de Ventura Pons dedicado a Colita, con testimonios de amigas como Maruja Torres, también permanecerá inédito, como el resto de cine reciente, La virus del por fue el último ejemplo.

Esta escasa distribución del cine más exigente es entendible desde los parámetros comerciales. Lo que resulta mucho más grave y cuesta más asumir es que llegado 2016 todavía no exista en Alicante una red de instituciones culturales públicas capaces de acoger todo este cine perdido, como sí ocurre en tantísimas ciudades de nuestro tamaño o incluso más pequeñas, en un plazo de aproximadamente medio año.

En el apartado internacional, la última de las ausencias relevantes fue Langosta, de Yorgos Lantimos. Esperemos aliviar el disgusto con la llegada, este mes de enero, de las italianas La juventud de Paolo Sorrentino y Mia madre, de Nanni Moretti. Cine muy grande que merecemos ver aquí.

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