Sánchez ya habrá cenado con los barones socialistas, y el Comité Federal del PSOE se habrá celebrado cuando mande estas impresiones, negro sobre blanco, alrededor de la delicada situación en la que se encuentra el socialismo patrio. Desde la época de la clandestinidad de los años setenta, cuando el partido estaba liderado en el interior por los sevillanos (Felipe y los de la tortilla) apoyados por Nicolás Redondo y el socialismo madrileño, y en el exterior por Rodolfo Llopis, a la sazón primer secretario derrocado en Suresnes, el PSOE no se había visto tan dividido como en la actualidad. Si de aquella división salió reforzado, siendo en las primeras elecciones democráticas el primer partido de izquierdas, seguido muy de lejos por un PCE que en la clandestinidad tuvo más protagonismo, en la actual, herido de gravedad, tras obtener los peores resultados tras unos comicios de la etapa democrática que vivimos desde las generales del 77, todo está en manos de Susana y poco más, pues Sánchez sigue en sus trece de querer liderar un gobierno de izquierdas con Podemos, o sea populismo y separatismo, y quien se avenga a la aventura, quizás envalentonado por la formación del ejecutivo en Portugal y los guiños de Tsipras a sus iguales como si estos hubieran ganado las elecciones.

Desde un tiempo a esta parte, en las elecciones celebradas durante el 2015, los socialistas, con excepciones que confirman la regla, han ido acumulando pésimos resultados, siendo relegados en ocasiones a la tercera o cuarta fuerza donde habían sido primer partido. Pese a ello, en las negras noches electorales iban repartiendo sonrisas por doquier, y ya con sonrisas forzadas se presentaban ante la opinión pública, ante la ciudadanía, ante los votantes, rodeados de partidos populistas, Podemos, que se escondían en marcas blancas, y/o soberanistas según la región que tocara, léase Compromís o los integrantes de las llamadas Mareas gallegas, formando gobiernos por todos tildados de izquierdas, cuando el más lego sabe que nacionalismo e izquierda es agua y aceite. Craso error que han pagado con creces en las generales, pues además en su timidez de objetivos, quien los ha visto y quien los ve, se marcaban el impedir mayorías absolutas de los populares. Lo de ganarles, de nuevo con excepciones que confirman la regla, Sánchez y los suyos tienen claro que por el momento es misión imposible.

Liarse con Pablo Iglesias y/o con los soberanistas a nivel nacional, puede traer consecuencias catastróficas para el PSOE y para la socialdemocracia española. Sánchez y su camarilla únicamente quieren ver la verdad de la mentira de Podemos. No se fijan, o no les interesa por mor de tocar moqueta, de tocar poder, en la hipocresía de los planteamientos que en campaña vociferaban desde el movimiento emergente, en sus orígenes de no hace ni dos años mezcla de un populismo peronista y bolivariano, y que han tratado de confundirse con una socialdemocracia, con el beneplácito de algún que otro medio de comunicación empeñado en mostrarlo como guías de la nueva izquierda por aquello de haberlos parido en sus estudios televisivos. Como bien argumentaba Francesc de Carreras en un reciente artículo, el PSOE nunca debería pactar con un partido populista como Podemos, cuyo objetivo principal es llegar a gobernar, sea como sea, diciendo una cosa y la contraria, para desde allí ser leales a sus ocultos pero verdaderos objetivos. La verdad existe, únicamente se inventa la mentira, y para saber de aquella, no solo hay que mirar a los ojos, sino a través de ellos. Es muy posible que la impostura de Iglesias y acólitos, haya podido embaucar a ciudadanos desesperados, como a Jasón y sus argonautas los cánticos de las sirenas, pero dejarse arrastrar a un pacto diabólico de consecuencias más que previsibles, entre ellas el inicio del ocaso del que fuera partido más importante desde la recuperación de la democracia, no debe estar en el guión estratégico del socialismo, aunque su actual secretario general se empeñe en ello por razones puramente egoístas, como la de verse tercer presidente socialista de un Gobierno español.

La mentira puede ganar bazas coyunturalmente, pero la verdad termina siempre por ganar el partido. Mentiras dichas muchas veces, como decía el propagandista del nazismo Goebbels, pueden convertirse en mediática verdad, como la que vienen sosteniendo sobre la convocatoria en un año del referéndum en Cataluña Podemos y demás socios. Ni hay posibilidad práctica, ya que solo con los votos del Partido Popular en el Congreso sería imposible de llevar a cabo, más si se añadieran los de Ciudadanos, ni podría ser en un año. Solo hace falta leerse la Constitución, que quieren extinguir, para saberlo. Sánchez o en su defecto el Comité Federal del PSOE deberán leer la verdad de la mentira.