Cuando esto vea la luz habrá pasado la Nochebuena y el día de Navidad. Queda la Vieja, el Año Nuevo y los Reyes para acabar el ciclo festivo de luces, estrellas que señalan el camino, compras, cuñados y suegras pelmazos, acoplados de todos los pelajes, regalos y felicitaciones con los mejores deseos de paz y prosperidad para el año próximo. Encarezco a los lectores inteligentes -leer INFORMACIÓN es un síntoma- que pongan entre comillas un porcentaje importante de esos deseos. Suelen ser, en muchísimas ocasiones, mero formulismo vacío, un cumplido tras el cual no hay nada o un simple mensaje protocolario sobre todo si se ocupa algún cargo. El mensaje desaparece y nunca más se supo tan pronto el cargo pasa a otras manos por causa de esta existencia mudable, que ya lo dijo el poeta: «Todo llega, todo pasa, todo cansa».

Hablando de felicitaciones puestas en tela de juicio, he visto políticos dándose abrazos eléctricos, de esos en los que crujen peligrosamente las bisagras y, mientras abrazaban con una mano, con la otra blandían la navaja albaceteña prestos a clavarla en el quinto espacio intercostal como si de La venganza de Don Mendo se tratara.

Estas son unas navidades atípicas. Nadie se va al Coto de Doñana, a las playas almerienses, al pueblo riojano o a comer botillo al Bierzo. Todos al pie del cañón, con un ojo en el cochinillo y otro en el móvil, en el «guasap» y en el «feisbuk», porque las llamadas, las propuestas, las negociaciones y los alumbramientos brillantes se suceden hay que estar a la que salta. Camarón que se duerme se lo lleva la corriente.

Las elecciones han dejado un «totum revolutum» importante. Sé de más de cuatro y más de cuarenta a los que no les llega la camisa al cuerpo. Los populares han perdido casi cuatro millones de votos. Eso demuestra -para mí al menos-: tienen un suelo electoral inamovible y hay quien los vota por encima del cielo y de la tierra. Los Bárcenas, Correas, Granados, Blascos, Fabras y demás compañeros mártires -Esperanza dixit- les han hecho daño pero no hasta la debacle absoluta. Un gran porcentaje de votos de la derecha irreductible han ido a la misma derecha con otro nombre y todo queda en casa.

Ciudadanos esperaba ser segunda fuerza pero -honradamente, que todo hay que decirlo- enseñó el plumero antes de las elecciones y soportó el bajón que les puso cara funeraria mientras celebraban el recuento de votos. De segunda fuerza han quedado en cuarta. No hay tanta derecha en este país.

Los socialistas no se aclaran. Tienen claro que deben ser izquierda pero no saben en qué consiste. Cuestionan a su líder continuamente dejando asomar la patita a la emperatriz de mi tierra. Así no se va a ningún sitio porque si los de la propia casa no creen, ¿cómo van a creer los de fuera?

El país ha votado cambio y ha votado sacar de los despachos a los populares del gobierno. Si me equivoco, por favor, que alguien me lo argumente y doy marcha atrás de inmediato.

Cuando el presidente Rajoy, legítimamente por supuesto, habló hace unos días de unirse a partidos que no rompan la unidad de España, que luchen contra el terrorismo, que crean y quieran estar en Europa, etcétera, le estaba tirando los tejos indisimuladamente al PSOE. Estos se suicidarían políticamente si, atendiendo a ese «Pacto de Estado», entraran en lo que no es sino un pacto ideológico y de derechas en toda regla por el que claman desde Mayor Oreja hasta Villar Mir. No sé por qué me da mala espina: siempre que la derecha habla del interés de España, creo que se puede sustituir la palabra España por un adjetivo posesivo. Interés propio.

Hablo desde la autoridad que me da el fracaso, in articulo mortis, siguiendo la máxima de Cicerón, «sin miedo y sin esperanza» porque como dice mi amigo Mariano -Sánchez Soler- en su poemario, «para no traicionarme, en una lucha absurda, he tejido el fracaso como defensa propia».

Mi compañero de pupitre -José Antonio Pérez Tapias- anda cada día más lúcido tras salir de la cama que le hizo el aparato socialista y se pregunta: Si el PSOE no quiere pacto de izquierda, si Podemos no hace lo posible por un pacto de izquierda, si IU no pesa lo necesario para un pacto de izquierda -por esta ley electoral injusta y cerril-, ¿qué hacemos?

Dejemos el pavo, el cochinillo, los mazapanes, los turrones y el cava. Dejemos a los cuñados bebercios y al primo de Ponferrada o de Jaraicejo que ha venido a pegar la gorra porque hay faena. Hay que sentarse hasta que las cabezas y los culos echen humo para fraguar el pacto de izquierdas que el país pide.

Pablo Iglesias: has sacado 69 escaños. No tienes mayoría absoluta -indeseada al menos por mí- para imponer un rodillo al estilo visto. No puedes mantenerte en posturas maximalistas porque los pactos necesitan que todo el mundo ceda. Te equivocas de plano si fuerzas unas elecciones nuevas y te equivocas si no haces lo imposible porque este país tenga un gobierno de izquierdas estable, sereno, equilibrado y que trabaje por quitar privilegios a quienes tienen tantos y dar más derechos a quienes tienen tan pocos. Trabaja para que la sanidad, la vivienda, la ayuda a la dependencia, el trabajo, la enseñanza laica? no sean solo palabras bonitas que nadie lleva a la práctica.