La Sagrada Familia de Nazaret, cuya fiesta se celebra este domingo, 27 de diciembre, sirve de modelo de la auténtica familia. Podemos decir que en la familia experimentamos y aprendemos lo mejor de la vida. La verdad del hombre comienza a conocerse y a desarrollarse en la familia. La dignidad personal del hombre se vive en el matrimonio y en la familia.

Las distintas facetas de amor, como es el amor conyugal, paterno-filial, fraternal, se vive claramente en la familia. La autenticidad del ser humano se revela en la familia, en el comportamiento auténtico del hombre como esposo-esposa, padre-madre, hermano-hermana. La Iglesia propone a la Sagrada Familia como modelo del matrimonio, esposo-esposa, y de filiación, como es el caso de Jesucristo.

El mismo Jesucristo, a través de la familia, recuerda al mundo la dignidad del amor, divino, y la belleza de la vida familiar. Este hecho impulsó a un teólogo a aplicar a las virtudes teologales: creer, esperar y amar. Creo en la familia porque los padres son el principio físico-personal, psicológico, del ser y del amor humano. Espero en la familia porque la familia revela el amor en todas sus facetas y lo comunica. Es un motivo de esperanza. Amor a la familia porque en ella y de ella hemos recibido lo mejor que tenemos.

Por todos estos motivos no podemos dejar que se nos robe la riqueza de la familia. En este punto debemos insistir, porque en nuestro tiempo se están produciendo atentados contra la verdad y la vivencia correcta de la familia. Concluimos estas reflexiones como una petición: No dejemos que se nos robe la riqueza de la familia.