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Mercedes Gallego

Omisiones reales

Aún estaba caliente el cuerpo de la última mujer asesinada por el sinsentido machista en Villena cuando Felipe VI se dirigió a más de ocho millones de españoles para hablar, fundamentalmente, de lo que se ha convenido en afirmar que son los dos grandes temas que en estos momentos nos tienen en ascuas: el secesionismo catalán y el puzle político surgido tras las últimas elecciones generales. Sin restar un ápice de importancia a lo que todos nos jugamos en la resolución de ambas cuestiones y sin olvidar tampoco un asunto de repercusiones tan preocupantes como es el cambio climático, al que también se refirió, eché en falta que su majestad ni tan siquiera mencionara la pesadilla de la violencia de género. Una lacra que en lo que llevamos de año se ha cobrado más de medio centenar de vidas creo que hubiera merecido un hueco, por discreto que fuera, en el discurso real. Sí lo encontró el terrorismo. Y recordó aquí el monarca los últimos atentados de París cuya crueldad no creo que nadie cuestione. Como cualquier otro acto de este tipo, se perpetre en este o en otro mundo, quede claro. ¿Pero acaso no es también una forma de terrorismo la muerte de todas estas mujeres a manos de sus parejas o exparejas? ¿No es, cuanto menos, igual de cruel que se acabe con la vida de unas personas cuyo único error fue equivocarse a la hora de elegir al que creían su compañero de viaje? ¿No produce similar desgarro imaginar a todos los niños a los que se ha privado de sus madres a causa de un malsano sentido de la propiedad por parte de esos verdugos? Habrá quien piense que no es un tema para el discurso de Nochebuena cuando, por desgracia, se ha ganado sobradamente el derecho a ser abordado en las más altas instancias. Incluido el Palacio Real.

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