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José María Asencio

Una nueva transición acordada

Nuevos tiempos que nos pueden traer incertidumbre. Lo peor que nos podía pasar cuando la crisis no se ha ido y debemos afrontarla con objetividad y sosiego. Este país no está acostumbrado a los pactos, no sabemos gestionar los acuerdos habida cuenta la soberbia del español, siempre convencido de sus verdades absolutas y dispuesto a defenderlas sin reconocer al adversario la más mínima gota de honorabilidad. No va a ser fácil llegar a consensos y, suceda lo que suceda, cualquier ley requerirá mucha flexibilidad y buena fe, así como sentido de Estado. Una nueva transición que nos puede hacer llegar a la mayoría de edad democrática o al fracaso más absoluto. Espero que sea lo primero.

La debacle del PSOE le pone en una tesitura que Susana Díaz debe remediar. No hay en ese partido otra alternativa válida una vez sus nuevas generaciones invadieron su aparato sembrándolo de la nada. Tanto, que no acabo de percibir cuál es su lugar salvo que asuma responsabilidades como partido de gobierno y haga lo que tiene que hacer. Lo tiene difícil. No puede gobernar sin pactar, más allá de Podemos y Compromís, que sería asumible, con formaciones independentistas que le exigirían lo que no puede dar sin renunciar a su carácter constitucionalista. Un imposible salvo que acepten transformarse en una filial de quienes le pisan los talones. Tampoco, han dicho, pueden hacerlo con el PP, en esa gran coalición nada extraña en países más avanzados, pero aquí compleja porque ellos mismos han demonizado este tipo de gobiernos. Solo le queda permitir al PP que lo haga u obligar a nuevas elecciones. Susto o muerte partiendo de donde viene. Pero, en todo caso, es Susana Díaz la que debe ordenar este proceso y un partido que necesita recuperar la militancia asqueada y perdida y los votantes que han abandonado una formación que no les ofrecía su producto natural.

El PSOE carece de futuro si no adopta medidas inmediatas y solo puedo hacerlo desde la centralidad que le caracterizó en 1982. De no hacerlo, sobra ante una izquierda nueva con rasgos propios que ha mermado su pretendida radicalidad. De volver a su identidad puede aún evitar la catástrofe.

Pactar con Podemos, aunque los independentistas le regalaran el voto, sería tanto como aceptar desaparecer y diluirse en esa formación, que ya se ha comido a IU y que aspira a deglutir al PSOE. No lo hizo Díaz en Andalucía y salvó los muebles recuperando allí un espacio que había perdido. Ahí están los resultados que han de compararse con los que ha obtenido el PSOE allá donde ha pactado con una izquierda cuya vocación es privarle de su espacio. Debe meditar el PSOE acerca de qué hubiera pasado si no hubiera aupado a quienes son sus adversarios más directos.

Todo está en manos de Susana Díaz, no sólo su partido, sino la gobernabilidad de España. El PSOE, como el Cid en su caballo, aunque agónico, tiene que asumir sus responsabilidades de una vez, volver a ser lo que este país necesita aun a costa de renunciar al discurso de sus nuevas generaciones. Si quiere permanecer debe buscar su lugar perdido. En otro caso, su espacio ya lo ocupan nuevas formaciones que sostienen un discurso necesario porque representa a una parte del país, pero que no es mayoritario.

Tal vez si el PSOE avala al PP con su abstención y se inicia una legislatura marcada por los pactos en materias esenciales, como la educación, la sanidad, la justicia y las pensiones, se podría decir, si se actúa con responsabilidad, que no hay mal que por bien no venga y lo que ahora nos parece ingobernable podría traducirse en una nueva transición.

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