Los manuales de campañas políticas señalan que los partidos deben insistir en la trascendencia de las elecciones que se celebran para tratar de movilizar a los votantes. Y de la misma forma que con anterioridad se han producido tres elecciones generales que han sido decisivas para nuestra convivencia democrática, las que se celebran hoy abrirán una etapa singular marcada por la confirmación de que nuevas fuerzas políticas van a dar por finalizado el bipartidismo, tal y como ha venido funcionando desde la transición. Sin embargo, se equivocan quienes den por muertos a los dos grandes partidos españoles, tanto al PP como al PSOE, de la misma forma que tampoco acertarán quienes coloquen a las nuevas fuerzas emergentes al frente de responsabilidades institucionales en medio de un escenario político tan complejo y plástico como el que atraviesa España.

Más allá de las promesas electorales, tres van a ser los elementos que determinarán la nueva etapa política que se abre a partir de hoy para los partidos: la aritmética parlamentaria que sean capaces de generar, la geometría política variable aplicada a los acuerdos que se vayan construyendo, y por último la capacidad para llegar a pactos y consensos. Y estas tres cualidades van a ser mucho más determinantes de lo que creemos en el nuevo ciclo político que se abre tras el profundo cambio que las elecciones generales de hoy van a certificar. Ahora bien, ¿están los partidos preparados para ello? Son muchos los interrogantes que surgen y que el período electoral no ha hecho más que aumentar.

Hemos vivido la campaña más singular de toda la democracia. Ninguna otra campaña en España se había celebrado antes en época prenavideña, bajo los efectos visibles de la mayor crisis económica que ha vivido nuestro país en muchas décadas y las durísimas políticas de ajuste aplicadas en los últimos años, impactados por los efectos demoledores de una corrupción imparable con casos que han estallado incluso en estos días, en medio de un deterioro sistémico que ha llegado hasta las más altas instituciones de la nación, tras la declaración de independencia que se hizo en Cataluña y con una grave agresión al presidente del Gobierno y candidato del Partido Popular. Por si todo ello fuera poco, la propia campaña electoral ha sido singular en su desarrollo, con ese desembarco televisivo de candidatos en programas tan variopintos en los que no han tenido reparo alguno en adaptarse a las exigencias de la audiencia y de los presentadores hasta llegar a la ridiculez misma, con debates que han alcanzado unas cuotas de audiencia insólitas y con esa incomparecencia de Mariano Rajoy en el debate a cuatro siendo sustituido por su vicepresidenta. Son tantos los elementos anómalos que se han dado en estas elecciones que podemos encontrar alguna sorpresa en los resultados finales, aunque todos los sondeos ya han señalado con claridad cuales van a ser las tendencias más llamativas.

Ahora bien, aunque las campañas tienen limitaciones evidentes, resulta llamativo que en ninguno de los grandes debates que se han llevado a cabo se hayan mencionado asuntos absolutamente decisivos para la sociedad, que determinan el presente y van a marcar el futuro inmediato. Sorprende así que no se hablara de sanidad y de nuestro Sistema Nacional de Salud, duramente afectado por la política de recortes pero que sigue siendo uno de los activos más importantes que desde las políticas públicas se han construido en España a lo largo de toda la democracia, envidiado y reconocido a nivel internacional aunque sometido a importantes desafíos que han erosionado seriamente su efectividad. En la misma línea, llama la atención que aceptándose la situación de emergencia social generada por la crisis, con un aumento de la pobreza y un crecimiento de la desigualdad sin precedentes, en ningún momento se haya mencionado la importancia de unos servicios sociales al límite de sus posibilidades y que han tenido que dar respuesta a situaciones de pobreza tan novedosas como devastadoras sin medios ni instrumentos. También sorprende que no se hablara en ningún momento de una universidad erosionada por drásticos recortes y leyes que han dañado profundamente tanto a alumnos como a profesores e investigadores, limitando seriamente sus capacidades como locomotora de cambios y transformaciones formativas y productivas tan necesarias para nuestra sociedad. Y siguiendo con el listado de temas importantes fuera de los debates, resulta también llamativo que ni se mencionara la cultura, desempeñando el papel tan importante que tiene en nuestra sociedad, ni el medio ambiente y el cambio climático, coincidiendo además con la trascendental reunión sobre el clima celebrada en París.

Y al mismo tiempo, hubiera sido necesario que partidos y candidatos hubieran destacado la importancia de un profundo rearme ético en una sociedad tan necesitada de valores colectivos positivos, especialmente tras el daño que ha hecho la corrupción económica, política y moral que vivimos. Aunque también es verdad que todavía hay quien sigue ignorando la importancia de los valores morales colectivos en cualquier proceso político que apueste verdaderamente por la ética y el regeneracionismo.

@carlosgomezgil