Tomo prestado el título de la película de la libanesa Nadine Labaki para hacer alguna reflexión sobre lo que ocurrirá tras las elecciones generales de hoy. Si no han visto la peli, se la recomiendo, así como «Sufragistas», de la británica Sarah Gavron. Si algo tienen en común las dos películas es la unión de las mujeres para conseguir objetivos comunes por afectarles a todas. Y en eso quiero centrarme.

La última semana de campaña electoral la violencia machista ha sido uno de los temas de debate a raíz de la inaceptable postura de Ciudadanos (para equipararla a la violencia doméstica y así volverla de nuevo invisible) y de un video de propaganda que el PP tuvo que retirar tras la denuncia del movimiento feminista por estar repleto de falsedades. Para mí ha sido doloroso, mucho, que todos los partidos políticos y todas las instituciones guardaran minutos de silencio por los dos policías víctimas del terrorismo yihadista en Kabul y que casi hayan pasado desapercibidas las cinco mujeres víctimas del terrorismo machista en España sólo en este periodo de campaña electoral. La última de ellas, Coral, fue asesinada en Zaragoza el mismo día en que por la tarde un joven le diese un puñetazo a Rajoy. Todo el mundo condenó la violencia?pero por el puñetazo. Casi nadie se acordó de Coral. Quizá mucha gente ni siquiera se había enterado de su asesinato. Y esto no deja de ser sintomático de lo mucho que nos queda por recorrer para erradicar la violencia machista.

Aún sin conocer los resultados electorales, sabemos que va a haber menos diputadas en el Congreso. También sabemos que ninguna opción se va a hacer con la mayoría absoluta (ni con la simple). Y que a partir del cierre de urnas (de las que tanta gente ha sido excluida por esa vergüenza del voto rogado y por correo en la era de las nuevas tecnologías) se abre el tiempo de los pactos es algo que creo evidente. Y, sin embargo, no sabemos qué pactos se harán, no conocemos sus «líneas rojas» ni lo que se considerará prioritario. Por desgracia, sabemos por experiencia que la igualdad de mujeres y hombres (y las violencias machistas son la expresión de la desigualdad existente y nos afecta a todas y a la sociedad en su conjunto) siempre se queda tras la línea de puntos que hay que cortar para quedarse sólo con «lo verdaderamente importante». Ahí estará el verdadero termómetro del cambio. El 7 de noviembre pasado muchos miles de personas nos manifestamos en Madrid reclamando un pacto de Estado contra las violencias machistas. Que no lo olviden quienes han de pactar: quizá no sepamos adónde vamos, pero tenemos muy claro adónde no queremos ir.