Se ha orquestado una campaña de desprestigio contra el concejal de Urbanismo Miguel Ángel Pavón. La libertad de expresión es respetable cuando se dicen cosas ciertas, razonables, de forma abierta y dando la cara; pero inadmisible cuando contiene infundios, y despreciable cuando de forma anónima se usa el espacio público para divulgar mentiras y ofensas con evidentes objetivos políticos.

Es el caso de los carteles que fueron pegados en algunas zonas de Alicante donde prolifera el desmedido negocio hostelero del ocio, a la vez inundadas de terrazas o «veladores». Quienes pusieron tales carteles, defendiendo su equivocado «derecho adquirido» sobre espacio público que fue concedido en precario, no se identificaron. ¿Miedo a qué?, puede que a que los vecinos, confirmemos quiénes son los que pretenden mantenernos víctimas de una práctica antisocial; vecinos que desde hace muchos años venimos pidiendo, en vano, que se ponga orden en la concesión de espacio público para beneficio de unos pocos y en franca vulneración de derechos constitucionales de muchos.

En uno de esos carteles sus autores dicen que «están arrepentidos de haber votado al actual Tripartito». ¿En qué situación de afectación mental se encontraban el 24 de Mayo de 2015?, porque sólo encontrándose en tal circunstancia, o siendo ignorantes, o incapaces, pudieron votar a ciegas a un partido político sin haberse enterado antes de cuál es su programa de gobierno. ¿Dónde estaban durante la campaña electoral?, ¿en Alicante?, ¿o volaban en éxtasis por las nubes?, ¿o entretenidos contando sus pingües ganancias sin preocuparse por el futuro de su ciudad? Que tales personajes no cuenten la milonga de que fueron simpatizantes de la izquierda y ahora se arrepienten de haberle votado. No engañan a los vecinos que fuimos y somos conscientes del voto que emitimos. Los autores de esos carteles, y sus instigadores, son desclasados sin conciencia política ni social, gente dada a maniobras de bajos fondos, a quienes no importa quién gobierne siempre que ellos puedan llenar sus bolsillos, incluso violando las leyes y atropellando a sus conciudadanos.

En los programas de gobierno de los partidos que hoy forman el Tripartito, por tanto desde antes de las elecciones, aparecen promesas que avalan y obligan la aplicación y cumplimiento de las normativas que legítimamente trata de llevar a la práctica el concejal de Urbanismo, normativas que, y para que se enteren de una vez y por todas quienes se oponen, no han sido dictadas por dicho concejal. Provienen de anteriores gobiernos municipales, que las aplicaban de una manera «sui géneris».

¿Para qué se dictan y aprueban las normas?, ¿para que se cumplan, o para ignorarlas y burlarlas? No más ediles que en lugar de exigir el cumplimiento de las normas se suben al tren de los burladores de la ley y de la democracia en beneficio propio, o de su partido, o de amiguetes. Y qué decepción para los ciudadanos que albergamos esperanza y confianza cuando se nos hicieron promesas políticas y luego comprobamos que una vez más no se cumple. Qué indignación para muchos alicantinos esperanzados con el cambio de gobierno cuando vemos que algunos tratan de «ponerle palos en las ruedas» a Miguel Ángel Pavón para impedirle que honesta y congruentemente haga su trabajo, para que no haga lo que desde hace años pedimos miles de vecinos que votamos por el cambio. La mayoría de los alicantinos no votamos para que las cosas siguieran igual, o para que vayan a peor como quieren algunos a quienes lo que menos les importa es la creación de empleos dignos y con garantías, algunos que defendiendo el descontrol instaurado durante tantos años declaran la guerra a normativas que pueden poner freno a sus desatinos.

El concejal de Urbanismo no pretende perjudicar empresarios, ni cerrar locales, ni retirar veladores. Pretende poner orden, que se cumpla lo legislado y que la convivencia en Alicante satisfaga las expectativas de todos. Alicante pertenece a todos sus habitantes y ha de convertirse en una ciudad vivible para todos dentro de un ambiente de respeto mutuo. Todos tenemos derechos, de diversa índole; debemos defenderlos y exigirlos a cara descubierta, pero los derechos de unos terminan allí donde empiezan los derechos de otros. Los vecinos sólo exigimos respeto a nuestro derecho a vivir en paz y sin molestias en una zona residencial, cuya esencia y características no pueden ser modificadas.