Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Sempere

Cara a cara

El pasado martes Concha Velasco y Blanca Portillo se confesaron ante un público embelesado en el Teatro de la Abadía de Madrid. No fue una función de teatro. Fue mucho más. Un cara a cara entre dos de nuestras mejores actrices disertando sobre lo humano y lo divino. Sí, han interpretado a Teresa de Jesús y a María la madre de Jesús. El formato impulsado por este coliseo celebró a lo largo de este otoño otros dos encuentros, uno entre José Luis Gómez con Israel Elejalde y otro con Nuria Espert y Barbara Lennie. Puro caviar.

A estas alturas de la campaña, de la película y de la andadura de la sacrosanta Corporación de RTVE, cabría preguntarse muy seriamente por qué no se establece ningún tipo de convenio con estas instituciones para que estos actos irrepetibles no puedan ser disfrutados por trescientas personas. Para que seamos, al menos cien mil. Es posible que tampoco quede más público cautivo que esos cien mil a la hora de disfrutar desde casa de platos tan exquisitos. La cifra es tremenda y desalentadora a poco que se piense dos veces. Cien mil, tirando por lo alto. Pero es lo que hay.

Ninguna cadena de un grupo privado (y no será por canales) osarían, jamás, incluir entre sus contenidos actos como los mentados en las primeras líneas. Esto es una función que le queda reservada estrictamente a las televisiones públicas, y más concretamente, pasando del plural al singular, a la televisión pública. De ahí que parezca insólito que el pasado martes, mientras se celebraba esa cumbre en la Abadía, La 2 emitiese un largometraje de garrafón. Sin criterio. Sin ton ni son.

Nos están privando de estos diálogos teatrales moderados por Jesús Ruiz Mantilla, como nos privan de tantas cosas. Los altos directivos de la casa parecen estar a otras cosas. En lugar de firmar convenios con las entidades adecuadas para lograr, a coste cero, este tipo de programas. Y así nos va.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats