Ha llegado la hora de decidir. Los ciudadanos tenemos el derecho democrático de participar, el próximo domingo, en la fiesta más importante de la democracia. Si, las elecciones generales. Pero estas no son unas elecciones generales al uso. Tras cuatro años de recortes durísimos, de un empobrecimiento generalizado del conjunto de la sociedad, de pérdida de derechos individuales y colectivos, de un rescate a los bancos que estamos pagando entre todos, de una amnistía fiscal hecha para los que más tienen, de una legislatura marcada por los desahucios, del engaño de las preferentes y otros productos tóxicos por parte de alguna entidad financiera, de la pérdida de talentos hacia otros países en busca de un futuro que aquí se les ha negado, de una legislatura con más casos de presunta corrupción, ahora es el momento de decidir. Por esto y por los millones de ciudadanos que han perdido su empleo, o por aquellos que lo encontraron pero de manera parcial, temporal y con un salario indigno que no les permite quitarse la vitola de trabajador pobre; también por esto es hora de decidir. Si, es hora de decidir qué papeleta escoger y, por tanto, a qué partido dar nuestra confianza. Y porque estamos en una democracia parlamentaria y no presidencialista -el parlamento elige al presidente del gobierno y no los ciudadanos- al elegir el partido mayoritario no se decide el candidato que pilotará los destinos de nuestro país, ya que nuestro sistema electoral posibilita pactos y acuerdos entre las fuerzas políticas. La decisión es sólo suya, pero deben escoger no sólo con el corazón y la fidelidad mal entendida sino también con lo experimentado y/o sufrido durante éstos últimos años. Penalizar a quien les haya traído dolor a ustedes o a los suyos es algo comprensible, y qué mejor manera de castigar que huir de sus colores, de su himno de campaña y hasta de su papeleta. Nadie debió hurtarle a usted, querido lector, la sonrisa pasada ni debería hacerlo con la futura. Y si alguno de los políticos que quieren gobernar España le ha hecho llorar en algún momento pues no merece tener su respaldo para ser presidente de gobierno; ni el suyo, ni el de sus familiares más cercanos.

Por otro lado, los ciudadanos españoles valoran la estabilidad y el liderazgo como valores primarios y fundamentales en cualquier partido político, y rechazan las peleas intestinas, los «golpes de mano» o los líderes mediocres que restan más que suman y se rodean de palmeros dispuestos a exagerar sus escasos beneficios. Hasta aquí una generalidad que bien valdría para todas las formaciones que se presentan. Aunque cuando hay mediocridad, como decía Maquiavelo, «el fin justifica los medios». Ahí lo dejo.

En estas elecciones generales el bipartidismo, la suma de PP y PSOE, saldrá muy herido, tocado, ya que la irrupción de formaciones nuevas y emergentes les restará apoyos, y ya advierten las encuestas que el PP puede perder entre 60 y 70 diputados respecto a 2011, y los socialistas harían un récord mínimo histórico ya que los sondeos demoscópicos no les auguran más allá de 85 escaños, 25 menos que los que saco Alfredo Pérez Rubalcaba. La savia fresca, el aire puro y no contaminado aún, y los errores al gobernar de PP y PSOE, parece tener un reflejo en los apoyos previos que las encuestas indican hacia las formaciones emergentes. Pero ustedes tienen ante sí un elenco de formaciones políticas para poder decidir. Pero, sonrían. La fiesta electoral del próximo domingo es motivo de sonrisa y de disfrute. Y un consejo para ayudarles a decidir: no se dejen engañar por promesas electorales de aquellos que luego las incumplen; a un lado y a otro. Y huyan de las formaciones que utilizan el BOE para recortar los derechos de los ciudadanos e implantar un modelo de sociedad equivocado. Sonrían y decidan.

La aritmética parlamentaria futura va a hacer de esta legislatura un auténtico ejercicio de pacto y de acuerdo. Todo indica que el partido político mayoritario en las elecciones del domingo no superará los 120-125 diputados y por tanto quedará muy lejos de la mayoría absoluta que está en 176 escaños. Pero también hay que indicar que con esa mayoría simple conseguida, el partido ganador tendrá difícil poder gobernar con estabilidad parlamentaria y en solitario. Lo nuevo y lo viejo tendrán que entenderse, la nueva derecha y la nueva izquierda deberán consensuar con aquella otra y chamuscada vieja derecha y con la que algún día fue el faro de la izquierda en nuestro país. Por el bien de España y los españoles. Ni más ni menos.