Somos muchas y muy diversas así que es imposible saberlo. Pero, así como resulta incomprensible que personas de clases trabajadoras voten por opciones políticas que van contra sus intereses, también lo es que las mujeres voten a quienes las ignoran y/o desprecian. Por pura lógica deberían descartar aquellas opciones políticas que no tienen en cuenta las diferentes consecuencias que sobre hombres y mujeres pueden acarrear las medidas que han llevado a cabo mientras gobernaban o las que prometen realizar si llegan a gobernar. Pero para ello hay que tener conciencia de lo que supone ser mujer en este patriarcapitalismo global en el que vivimos. Y eso es difícil, a pesar de las muchas evidencias que invitan a ello (la punta del iceberg son los asesinatos machistas: cuatro asesinadas en España desde que comenzó la campaña electoral). Como este espacio es corto, me permito utilizar las palabras de la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie en «Americanah», su última novela, invitándoles a la reflexión:

«La única razón por la que dices que la raza no fue causa de conflictos es porque desearías que no lo hubiera sido. Es lo que deseamos todos. Pero es mentira. Yo vengo de un país donde la raza no era motivo de conflicto; no pensaba en mí como negra, y me convertí en negra precisamente cuando llegué a Estados Unidos. Cuando eres negro en Estados Unidos y te enamoras de una persona blanca, la raza no importa mientras estáis los dos juntos y a solas, porque estáis únicamente vosotros y vuestro amor. Pero en cuanto salís a la calle, la raza sí importa. Pero no hablamos de ello. No comentamos siquiera a nuestras parejas blancas los pequeños detalles que nos sacan de quicio, ni las cosas que nos gustaría que entendieran mejor, porque nos preocupa que digan que exageramos, o que somos demasiado susceptibles. Y no queremos que digan: Fíjate en lo lejos que hemos llegado, hace sólo cuarenta años, habría sido ilegal el mero hecho de que tú y yo fuéramos pareja, bla, bla, bla, porque ¿sabes qué pensamos cuando dicen eso? Pensamos por qué coño ha tenido que ser ilegal alguna vez. Pero no decimos nada. Dejamos que se amontone dentro de nuestra cabeza, y cuando vamos a agradables cenas con personas progresistas como esta, decimos que la raza no importa porque eso es lo que debemos decir, para no incomodar a nuestros agradables amigos progresistas. Es la verdad. Hablo por experiencia».

Sustituyan «raza» por «género» o por «sexo normativo» (el «cómo debe ser y comportarse un hombre» y «cómo debe ser y comportarse una mujer»), echen una mirada a la historia y a la realidad y reflexionen, sinceramente, si es o no es motivo de conflicto.