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Javier Mondéjar.

Señorito, déme argo...

Comprendo que las provincias lloronas son una lata, como los ancianitos (que según Evaristo Acevedo también lo eran, aunque yo le entrevisté de muy mayor y me dijo que él no, pero vaya usted a saber); en realidad todos los que piden lo son, incluidas las rumanas en la puerta de los aparcamientos y los hijos propios. Es muy triste pedir y no sé si también lo será robar porque nunca me ha dado por ahí, pero la verdad es que muchos hacen oposiciones a la legalización del latrocinio y el expolio, porque no sé porqué es más legítimo que te roben vía Presupuestos que asaltar una lechería (¿sigue habiendo lecherías?). Encima si te roban en casa siempre puedes recurrir al seguro que, con más o menos reticencias, suele hacerse cargo, pero si es Montoro el que se queda con tu dinero, a ver que le cuentas a Mapfre y cómo haces el parte. Ya me imagino al perito partiéndose de la risa si lo planteo. Puedo probar, el no ya lo tengo?

El caso es que llorar nos convierte en pedigüeños y como nuestros diputados han creído siempre que ese papel era denigrante y ellos son muy chulos, muy elegantes y muy pudientes, jamás de los jamases lo han hecho. En el mejor de los casos eligieron vestirse de Levante Feliz hasta que cambió el cuento y viramos hacia el Levante Corrupto, momento en el cual se escondieron apropiadamente detrás de los ficus del Congreso y el Senado, a los que acudían los días de paga y los de Pleno a pulsar el botón que les ordenaran. Si yo dijera que Alicante nunca ha estado en las Cortes Generales me podrían tachar de catastrofista y provinciano irredento, pero sinceramente yo a mis diputados les he visto cuando pasaban a recolectar el voto, pero nunca en la tele defendiendo a su tierra.

Claro que eso de su tierra es mucho decir, que nos han llovido cuneros a mogollón y así no hay forma de que nadie se sienta alicantino, pero bueno eso va en otro Negociado y no mezclemos la política con la economía y las cosas de comer.

Vengo oyendo cantos de sirena y globos sonda en contra de las diputaciones (de la de Alicante concretamente) y de las provincias (¿a que no adivinan de cuál?) y a favor de la comarcalización. Como no deben tener votos suficientes (todavía) para acabar con la Dipu han empezado por tratar de cargarse (y si se empeñan lo conseguirán) la Cámara de Comercio provincial para repartir el escasísimo pastel que queda entre las comarcas de la Vega Baja y L'Alcoia. Curioso es que en la capital del Reino estén encantados con la propuesta sabiendo que a ellos no les va a tocar nadie, que cuanto menos bulto más claridad y cuantos más haya más fácil será aliarse con los buenos, aislar a los malosos y quedarse con el botín.

Me da a mí que eso de las Cámaras es un experimento para acciones de mayor calado. Es lo que tiene quejarse, que es mucho más fácil eliminar de un plumazo el perro que acabar con la rabia. Y, ojo, que nadie se piense que yo soy un firme defensor de las Diputaciones, que para nada; de hecho opino que se debieron haber eliminado expeditivamente cuando se aprobaron los Estatutos de Autonomía, porque son instituciones redundantes y obsoletas. ¿Por qué no se hizo?, pues muy fácil: porque son una red extraordinaria para el clientelismo, base electoral de los grandes partidos. La Diputación permite contratar a tropecientos familiares, amigos y asimilados. La Diputación permite favorecer a los pueblos de los alcaldes amigos y perjudicar a los contrarios. La Diputación es un altavoz de resonancia para tocar las campanas y llamar a las armas contra los enemigos, estén en Valencia, en Madrid o por todas partes. La Diputación es un monstruo que la mayoría de los ciudadanos no saben lo que es ni para qué sirve y ni siquiera votan directamente a sus representantes: un reducto de la democracia indirecta (si es que ambos términos no son contradictorios, que opino que sí). Pero una cosa es que su configuración sea un nido de ratas y otra que quememos el edificio para acabar con la plaga, mejor llamamos a las Empresas de Desratización que saben de esto.

A ver si nos enteramos: una vez se carguen la Cámara provincial (o la reduzcan a un despojo), después de que acaben con la Diputación (y Ciudadanos que ha nombrado al Presidente es el partido más crítico con su supervivencia, cosas veredes), quedará un solar magnífico para valencianizar. ¿Y quiénes nos van a defender? ¿Nuestros representantes en las Cortes, que ni han nacido aquí ni se les da un ardite por nuestra provincia? Ja.

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