Me levanto. Pienso en todo lo que he escrito en mis últimos artículos sobre la ley de violencia y como pagan justos por pecadores. Siento las palabras de George Orwell cuando decía que «si la libertad significa algo, es el derecho a decir a los demás lo que no quieren oír». Me queda mucho que decir porque soy jurista y veo a menudo como son maltratados hombres que no son maltratadores con falsas denuncias de mujeres que se aprovechan de esta ley. En los debates televisivos, en campaña electoral, los políticos se olvidaron de tratar este tema tabú, que todavía no entiendo por qué, o si es miedo a asumir la realidad. No sé si es por casualidad. Por fin uno de ellos despunta y se lanza a incluir en su programa para elecciones la propuesta de una reforma de esta injusta ley. Al instante de saberse la noticia aparecen colectivos dejándose ver para defender las cuarenta y tantas víctimas de violencia de género -digo y tantas, puede haber aumentado hoy por desgracia-. Apoyo, defiendo a las mujeres maltratadas y he dedicado mi profesión a ellas. Hay que ver todas las caras de la moneda. Aparece una escritora diciendo en radio que la idea de Ciudadanos es repugnante. Considero que la reforma de la ley, más que una causa política, debería ser por motivo de sentido común. Esas asociaciones a las que apoyo en su causa no ven la situación real del resto de las víctimas, solo la de las mujeres. También hay hombres y niños que deberían de ser considerados por igual y merecen el minuto de silencio a propuesta de las instituciones y organismos públicos. ¿Por qué a un hombre cuando muere en manos de su pareja no se le da la misma importancia?

Para entender la realidad que algunos no quieren ver, yo les sugeriría acudir a la parte emocional. ¿Usted tiene hijos varones? ¿Le gustaría que su hijo pasara unos días en calabozos por una denuncia de su pareja si no es maltratador? En mi opinión, para que esto no suceda, salvo que la ley cambie, no podemos delegar ni exigir la responsabilidad de la prevención de la violencia de género en el gobierno, ni en los centros de enseñanza, ni en los medios de comunicación, ni en los profesores. Somos los padres quienes en el seno de la familia debemos educar e inculcar a nuestros hijos una vida en valores, la igualdad, el respeto a los demás debe de ser el pilar que sostenga su convivencia en sociedad. A partir de ahí, formar equipo con el resto de instituciones públicas o privadas.

Los que tenemos hijos, somos padres hasta el fin de la existencia y los consideramos como una extensión de nuestro propio ser, si son varones estamos ante un serio riesgo, si son menores de edad, tampoco se libran. Hace unos días me contaba una madre con tristeza como su hijo menor de edad había sido denunciado por su novia, imputado. La denunciante, antes del juicio, le decía que si le daba cierta cantidad económica retiraría la denuncia. Los padres, que son quienes manejan los ingresos familiares, se negaron a complacer las peticiones de quién veía con posición ventajosa que si no pagas te fastidio. El chaval estaba con una fuerte depresión desde que se enteró que ella había puesto una denuncia y ante el trauma que le ocasionaba el juicio, llego a reconocer unos hechos que no eran ciertos pactando su representación la conformidad con el fiscal. El chico no levanta cabeza y los padres de ver al menor así están destrozados.

Por esa razón, ya hace tiempo que empecé a trabajar este tema con mis dos hijos, con continuas charlas porque hay que educarles en dos sentidos. En positivo, para inculcarles el respeto hacia la mujer y que todo lo que se parezca a un rol machista debe desaparecer por completo y los amigos que no cumplan estas normas deben ser apartados de su círculo.

En sentido negativo, para aleccionarle las consecuencias que pueden darse por el mero hecho de tener una relación. Evitar las discusiones, si ella discute el tiene que huir. Si ella le insulta, huir. Si ella le levanta la mano, huir. Si le chilla, huir. Si le amenaza, huir. Si le quita el móvil para mirarlo, huir. Siempre huir. El único modo de ganar una discusión es evitándola, el único modo de que un hombre que no es un maltratador no corra riesgos en la violencia de género con la ley actual es huyendo. Huyendo. Conozco algún caso de hombres que han actuado desde la prevención huyendo de sus domicilios cuando han visto indicios de ser denunciados por sus esposas o parejas injustamente. Han abandonado su hogar al momento de la separación y perdido el uso del domicilio a pesar de no tener hijos ante una situación de emergencia y en aras de evitar vivir en su persona la aplicación del protocolo de violencia de género aún sin haber hecho nada más que dejar de ser querido por la mujer que les acompaña en el camino y que de repente decide o amenaza con utilizar la ley para otros fines en sentido contrario para lo que está hecha. Eurípides, que era uno de esos trágicos poetas griegos, dijo que «no hay ningún hombre absolutamente libre, es esclavo de la riqueza, o de la fortuna, o de las leyes, o bien el pueblo le impide obrar con arreglo a su exclusiva voluntad». ¿Nada hemos avanzado? ¿Los hombres y las mujeres no deben ser libres por igual?