El diccionario de la Academia de la Lengua Española define peatonalizar como «hacer peatonal una calle o una parte de la ciudad impidiendo el tráfico de vehículos por ella», peatón como «persona que va a pie por una vía pública», y peatonal como «dicho de una zona urbana reservada a los peatones».

Alicante es una de las ciudades de España, dentro de las de su tamaño, que tiene menos zonas peatonales; si exceptuamos al Barrio, en el centro la oferta peatonal se reduce a la calle San Francisco, a parte de la calle Castaños, aledaños de la Plaza Gabriel Miró y poco más.

Si algo caracteriza a nuestra ciudad es la capacidad que tiene de transformar los espacios peatonales en terrazas de hostelería; es más, parece que algunos colectivos alicantinos entienden la «peatonalización como la eliminación del tráfico rodado en la calle con el único objetivo de que sea ocupado, el espacio liberado, como zona de veladores».

Nadie, a estas alturas, puede negar la importancia del sector hostelero y/o turístico, pero eso no significa, o no debe significar, que el espacio del viario no utilizado por los automóviles sea, necesariamente, utilizado para uso de los veladores.

Recuerdo que hace treinta años, cuando mis hijos eran pequeños, presentaba dificultades manejar un coche de bebé por la mayoría de las calles del centro de Alicante; pues bien, ha transcurrido más de un cuarto de siglo y las cosas no han mejorado. Es evidente que no se ha hecho ningún esfuerzo significativo, a diferencia de ciudades similares, en el apartado de la peatonalización.

Como ejercicio didáctico, propongo a cualquiera que lea este artículo, y tenga humor y/o curiosidad, que imagine, o pruebe, la maniobra de cruce de dos personas en la calle Virgen del Socorro y no digamos si uno de los peatones lleva un coche de bebé o un carrito de la compra. El mismo ejercicio es practicable en cualquiera de las calles perpendiculares a la avenida de Alfonso el Sabio? y prácticamente en toda la ciudad.

En la misma línea de investigación, podemos calcular el tiempo de espera en un semáforo de la Explanada, o en la avenida de Loring? o contabilizar los minutos que son necesarios para circunvalar peatonalmente la Plaza de los Luceros.

También se puede realizar el mismo ejercicio, de cálculo de tiempo, en el cruce de aceras en avenida Maisonnave a la altura de El Corte Inglés para atravesar la avenida Federico Soto en dirección a la Plaza de la Montañeta.

Los resultados de los ejercicios propuestos nos llevan a la conclusión de que, los que han tenido que ver con el diseño actual de la ciudad de Alicante, han pensado poco en los peatones e, incluso, se nos ocurre pensar que han hecho abstracción de los mismos; el peatón ha sido una figura secundaria en los procesos de planificación de la movilidad, en los que el protagonismo se ha dado al automóvil, a cuyo servicio están la mayoría del espacio viario y la red semafórica.

Además, cuando disponemos de algún espacio teórico para los peatones, con aceras amplias, caso de la avenida de Alfonso el Sabio, alguien toma la decisión de llenarlo múltiples objetos: bancos de distintos estilos, macetas gigantes, muppis, cabinas telefónicas, cuadros de luces, algunos veladores? todo lo cual, unido al estado del pavimento y de los bordillos, dan tal aspecto a la calle que nos tienta a proponer un nombre descriptivo de la misma: avenida de Diógenes.

Moverse a pie por nuestra ciudad, y hacerlo sin sufrir, casi lo podemos considerar un arte para la mayoría de los peatones. Además, debemos tener en cuenta que existe un amplio colectivo de personas con limitaciones de movilidad, del orden del 35% de la población según el Imserso, a los que indudablemente la práctica del arte de ser peatón le genera incomodidades en su vida cotidiana.

Peatonalizar significa poner espacio a disposición del peatón, para que éste pueda moverse de manera natural por la ciudad. E indudablemente la apuesta por una ciudad amigable e inteligente, solo puede hacerse mejorando la oferta peatonal y las condiciones de accesibilidad a la misma.