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Toni Cabot

Ya está bien

La historia de Portillo amenaza con acabar como empezó: Mal. A estas alturas, el madrileño debería tener claro que prolongar más allá de diciembre su estancia como jugador del Hércules no beneficia a nadie, ni siquiera a él mismo. De aquella truculenta historia de su regreso únicamente podía salir airoso como integrante de un plantel que lo ganase todo o casi todo, de un equipo que navegase viento en popa allá donde jugara, algo que en el mejor de los casos lo hubiera podido encumbrar o, en el peor, hubiera colaborado a que pasase desapercibido. Pero tras su aterrizaje desde Las Palmas el único que mejoró su estatus fue Pitarch, aquel presidente postizo que se embolsó 300.000 euros de Ortiz para legitimar la 'operación yerno' con el visto bueno de Mandiá. Para el resto, miseria. Y así lució el pelo. Se pasó de torear por el ascenso con maestros de la talla de Abel Aguilar y Míchel a buscar el burladero con Sarpong y Pere, dos subalternos que poco podían contribuir a evitar la cornada. Únicamente sus 17 goles y la agónica permanencia salvaron a Portillo de la hoguera. Pero las brasas no se supieron apagar un año más tarde, se consumó el descenso y sus diez dianas no sirvieron para nada. Permanecer en Segunda B fue otro error del de Aranjuez. A partir de ese momento ni lució ni pasó desapercibido sino todo lo contrario. Pronto veremos si comete un tercero.

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