Cuentan nuestros agricultores, que saben muy bien qué es el cambio climático y cuáles son sus efectos, qué cambios se están produciendo en nuestro clima y qué efectos económicos ya empiezan a notar en sus bolsillos. Los trabajadores que se encuentran día a día bajo el sol, el frío y la dureza del calor entienden perfectamente qué está ocurriendo en nuestro planeta.

Saben muy bien qué es un otoño atravesado, desviado y acomplejado que no puede bajar el mercurio. El retraso en llegar el frío ha sido un grave problema para que algunas frutas adquieran el color y la madurez perfecta para su comercialización. Esta situación para la mayoría de nosotros intrascendente y reducida a las conversaciones de ascensor supone para un sector muy importante de nuestra economía la pérdida de muchos miles de euros y, lo que es más importante, de oportunidades en mercados que si se pierden una temporada se vuelve a pagar la próxima. Así de dura es la vida de nuestros agricultores.

Hoy, en estos momentos, se está celebrando la Cumbre de París sobre el Cambio Climático, donde parece que hay un cierto compromiso de todos los países, Estados Unidos incluido, en fijar objetivos concretos, medibles y evaluables para evitar el incremento de la temperatura de nuestro planeta y los daños que suponen para las personas, animales y diferentes hábitats de la Tierra.

Es importante, vital diría, que se tomen medidas globales para salvaguardar la capacidad de la Tierra para seguir sosteniendo vida en ella, la nuestra incluida. Pero no es menos real que nadie lo hará por nosotros. En la vida cotidiana son muchos los gestos que podemos realizar en la lucha contra el cambio climático. Acciones que todos sabemos, pero que nuestro modo de vida dificulta su ejecución. Pero por ello, debemos firmar también - a título personal - un compromiso en la gestión de nuestra vida con la idea de reducir al mínimo nuestra huella ecológica.

Si se toman las medidas necesarias a nivel global y si cada uno de nosotros toma las medidas a título individual, hay un hueco en medio que podemos solucionar este 20D: las políticas estatales. Hasta ahora, las políticas del gobierno de Rajoy han sido contrarias a la práctica medioambiental que los países de la Unión Europea asumen como correctas. Pongo varios ejemplos: Rajoy firma un decreto que dificulta, cuando no impide, la autogeneración de energía eléctrica a través de las renovables, lo que supone un impuesto al Sol ilógico para un país mediterráneo como el nuestro y una provincia como la de Alicante. Sosteniendo así un modelo energético del que ya nadie cree y que medio mundo ya anda preparando su sustitución, excepto Rajoy.

Pero hay más, el pasado mes de julio se aprobó una Ley de Montes que abre un resquicio para hacer recalificaciones de suelo forestal incendiado. Lo que hasta ahora era una cláusula por todos compartida, bloquear esos suelos incendiados por un periodo de 30 años, hoy se abre a hipotéticos proyectos de intereses general.

Con el Partido Popular se ha modificado la Ley de Costas, la Ley de Evaluación Ambiental o la norma que regulan los Parques Naturales, todas ellas dando pasos hacia atrás en la protección de nuestro entorno, de nuestra riqueza natural y nuestro futuro como especie. Son muchas las voces que ponen un cero al actual gobierno de Mariano Rajoy en política ambiental. Me sumo a ese cero.

Es necesario un cambio de paradigma, no para convertirnos en radicales que se posicionen en contra de todo, sino para ser definitivamente una sociedad a favor de un futuro mejor. No queda otra que poner verde al futuro gobierno. Piensa en rojo y actúa en verde. Y para ello no hay otra garantía de equilibrio entre desarrollo y medio ambiente que la que ofrece Pedro Sánchez. La que ofrece el PSOE. Poned verde al gobierno.