El pasado año nos reunimos un grupo de amigos en el Monumento a la Constitución Española, en la Rambla de Méndez Núñez, en el monumento dedicado a ella, conocido popularmente como «el belén» para brindar con cava en su cumpleaños. Este año al haber varios actos programados para celebrar su onomástica en Alicante, pensamos que cada uno lo celebrara en el sitio en el que se sintiera más implicado. Al haber sido invitado por el alcalde y Ayuntamiento de Almoradí, no lo dudé, y fui a presenciar el izar de nuestras banderas europea, regional y nacional, amenizada, con sus respectivos himnos nacionales, por la magnífica banda de música de la localidad que nos llenó de emoción, a lo que, sin duda, contribuyó el hecho de encontrarme en ese acto con Pedro Reig, esposo de Asunción Cruáñez Molina, que fuera diputada constituyente conmigo, persona muy querida y responsable que paseó por toda España, además de su probidad, el nombre de Almoradí, con orgullo, durante cinco (¡!) legislaturas. Antes de serlo, la recuerdo cuando en las últimas manifestaciones populares por la Rambla exigiendo democracia y Libertad, yo era entonces presidente de la Agrupación Provincial de Abogados Jóvenes -que tan importante papel jugó en la transición en Alicante- nos reuníamos en mi despacho, al que también asistía Antonio García Miralles y otros compañeros con inquietudes democráticas y analizábamos la asistencia masiva a las mismas. Fue una etapa ilusionante, en la que queríamos recuperar el Estado de Derecho, no exenta de riesgo y de la que nos sentimos orgullosos. Y con ella recordaba a nuestros compañeros constituyentes, fallecidos.

En uno de los aniversarios anteriores de nuestra Constitución, Miquel Roca, con acierto escribía que: «Ahora la Constitución es mucho mas que un conjunto de artículos y disposiciones, es un símbolo de la voluntad de convivir en libertad. Sus valores, los constitucionales, son incluso mas importantes que su texto y el espíritu constitucional domina por encima de cualesquiera de sus disposiciones». Y es ese «símbolo de la voluntad de convivir en libertad» su fuerza, arraigo y aceptación unánime de todo un pueblo que ha permanecido indeleble. Hay vientos de cambio constitucional, aunque personalmente soy de los que piensan que no hace falta por ahora, dado que tanto el Título VIII actual -fruto de su exagerada competencia por la consecución de la gobernabilidad- como la elección del Poder Judicial, se puede realizar por Leyes Orgánicas, consiguiendo los mayorías necesarias establecidas en la misma Carta Magna. No toquemos lo que funciona y menos sin memoria histórica ya que se ha conseguido con ella consolidar a marchamartillo valores inmutables como la tolerancia, convivencia en paz, la libertad o la igualdad entre españoles a través de un espléndido, inmejorable y ponderado Título I que establece «los Derechos y deberes fundamentales». Y ha sido ese mismo símbolo de convivencia en libertad el que llevó al pueblo español a votar en referéndum la Constitución cuya proclamación hemos conmemorado.

Ha coincidido este aniversario con unas nuevas elecciones para elegir a los parlamentarios que deberán nombrar el Gobierno de la Nación. No tengo ninguna duda que, de nuevo, el pueblo español, en un momento económico y con movimientos separatistas, tan incierto como el que aparece en el horizonte, que nos llena de inquietud y zozobra, reflexionará y decidirá primando, sin duda, «la voluntad de convivir en libertad» y votará con responsabilidad y reflexión, valorando la situación económica y social actual y la inesperada experiencia adquirida con los resultados de las elecciones municipales y autonómicas. En momentos difíciles nos sorprendió la madurez de nuestros ciudadanos cuando reflexivamente y como un solo hombre, otorgaron -el eco del 23 F, la entrada en el euro y la crisis económica- mayoría absoluta, respectivamente, a Felipe González, José María Aznar y a Mariano Rajoy y pasamos con nota esos obstáculos.

Hoy tenemos que elegir entre la «buena nueva» que nos anuncian partidos de nuevo cuño, recién nacidos, sin experiencia de gobierno -con una amenaza de un terrorismo internacional yihadista y la pertinaz obsesión de los soberanistas catalanes- ni administración de bienes públicos -la crisis sólo está contenida pero no vencida-, aunque cargados de ilusión y proyectos por experimentar y buena fe. No nos cabe duda. Celebramos sus nacimientos y confiamos en su crecimiento en su experiencia ganada. Y otra opción de años de experiencia y curtidos en el gobierno y/o en la oposición responsable, mientras nuestra España crecía y crecía tan alta como el sol -como dice una conocida canción inglesa-. Una vez más recordemos a nuestro Azorín cuando escribe: «Lo más culto y exquisito de la vida no es la ciencia sino la experiencia». Los norteamericanos, prácticos como nadie, dicen que cuando se atraviesa un rio proceloso y con corriente «no debe de cambiarse de caballo».

Nadie nos arrebatará, porque nos va mucho en ello, ese «símbolo de la voluntad de convivir en libertad» que representa nuestra Constitución de la Concordia. Ya que estamos recordando, como ocurre con los vinos, la bondad y exquisitez que imprime el tiempo, no olvidemos lo que decían nuestros políticos que gestaron, frente a la invasión napoleónica, la primera Constitución de 1812, «La Pepa», en la Comisión del Proyecto, frente a aquellos vientos hostiles: «La ignorancia, el error y la malicia alzarán el grito contra este proyecto? Mas sus esfuerzos serán inútiles, y sus impostores argumentos se desvanecerán como el humo al ver demostrado hasta la evidencia que las bases de este proyecto han sido para nuestros mayores verdades prácticas, axiomas reconocidos y santificados por la costumbre de muchos siglos».

Creemos en el Estado social y democrático que nos hemos dado y que una vez más se va a patentizar, con total normalidad, que «la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado» -art.1.2 de nuestra Constitución- que será el que vuelva a marcar los destinos, ahora, de España. Suerte a todos.