«Yo no creo en las encuestas» -dice el iluso-; «pero haberlas haylas» -dice el ilusionado.

Las encuestas señalan la foto fija del momento en que se hacen; el voto depositado en la urna rubrica la tendencia larvada en el tiempo. Lo que convierte las próximas elecciones en algo especial es que el tiempo político ha cambiado en España y no se corresponde ya con el estado de cosas existente.

O tal vez no. Porque lo que las encuestas revelan -como cada cual puede pulsar en su entorno más próximo- no es tanto que el eje derecha-izquierda haya desaparecido, sino que a un lado y otro de este eje se han producido convulsiones y ajustes ante el estado de cosas existente («cosa», por cierto, es un vocablo que tiene que ver con algo que está en discusión, a espera de juicio, como cuando decimos: «¿Cómo están las cosas?»).

El Partido Popular, durante décadas, ha ocupado un amplio espectro, desde la extrema derecha hasta posiciones de centro; la emergencia de C´s rompe ese continuo y se erige en árbitro de la gestión de los intereses del bloque de la derecha en su conjunto. Por la izquierda la convulsión es mucho mayor. Lo que las encuestas reflejan es un estado de fragmentación, sin precedentes en la democracia española desde la Transición. El balance, finalmente, es que el bloque de la derecha no solo resiste sino que, según el CIS, avanza, mientras que por la izquierda, la dispersión y el desconcierto impulsan su retroceso. ¿Será cierto el dato o es solo el resultado del «cocinado» de una macro encuesta que no contiene todos los ingredientes?

No es esto lo que parecía desprenderse de estos años de «Gran Recesión», en que una parte importante de la sociedad española había despertado ante los escándalos del poder, la crisis social e institucional y la incertidumbre ante el futuro.

A menudo se postula que eso de la derecha y la izquierda no es «moderno» y que no vale la pena insistir en algo ya extinto. Yo creo que ese postulado encierra trampa. Por diferentes vías, consciente o inconscientemente, la derecha se reagrupa y en cierto modo se defiende de lo que considera ataques a estatus adquiridos; reacciona ante posibles amenazas (internacionales, independentistas, revolucionarias) y, sobre todo, cierra los ojos para no tener que plantearse cómo evolucionar ante un horizonte lleno de dificultades. En este sentido, las reformas que C´s trae consigo apenas arañan los fundamentos en que se asienta el poder político de ese bloque.

Pero el tiempo histórico en que se encuentra España no admite retrocesos ni estancamientos. España necesita hacer cambios y orientar su acción de gobierno, en el contexto europeo y mundial, para recuperar el impulso democrático y defender su modelo social. Puede que algunos no se hayan enterado de que la verdadera transición que España está experimentando en estos años es la transición provocada por la globalización, acompañada de una crisis cuyos efectos son difíciles de calcular.

Hasta ahora los cambios más significativos en España han venido de la mano del socialismo democrático; ¿Va a seguir siendo así en el inmediato futuro? Yo creo que sí. La imponente estructura de explotación existente en las esferas global y europea no puede ser cambiada utilizando atajos, dinámicas populistas e imposturas revolucionarias. Creo por el contrario que una verdadera social-democracia fuerte -renovada en todo caso-, con alianzas en toda Europa, es la palanca más segura y eficiente para revertir una situación enquistada demasiado tiempo por las políticas neoliberales, un estado de cosas que conspira contra la mayoría social, en España y en el conjunto de la UE.

Quedan once días para hacer posible un cambio, para salir del congelador y encarar una nueva etapa en beneficio de una mayoría social.